jueves, 13 de agosto de 2009

Sara y Roberto 5. Boda.

Cuando el coche de atrás se acercó peligrosamente al suyo y le dio las largas repetidamente, Roberto pensó, como siempre, que le gustaría ser policía, parar a ese coche y sacarle la placa, aunque sólo fuera para ver como cambiaba la cara del conductor. A veces también pensaba que era un malote que tenía una pistola en la guantera y que se enfrentaba a él y le asustaba con su pistola, o que sabía artes marciales y le dejaba k.o. en dos movimientos rápidos de piernas. Después de poner el intermitente e incorporarse al carril de la derecha se lo contó a Sara.

- !Bah! Lo mejor es dejarlos, no merece la pena -dijo ella-.
- Ya, es lo que hago... aunque a lo mejor me hago policía.

Ella sonrió y en ese momento cotidiano en el que Roberto le contaba algo sin importancia, pero que de algún modo formaba parte de él, sintió que necesitaba decirle que lo quería. Habían pasado cuatro meses desde aquel día en la cafetería que fue el pistoletazo de salida para la relación y, aunque no se habían visto mucho fuera de la biblioteca, ésta se había consolidado y cada día que pasaba Sara se sentía más cerca de él. Muchas veces había intentado, en su Moleskine, describir lo que sentía, ponerle palabras a eso que cada vez que lo veía pasaba en su cuerpo. Somos química, se decía, debe ser un proceso químico, e intentaba estudiar algo sobre esto para poder comprenderlo racionalmente. Pensaba que era su deber como buen médico que quería ser. Pero poco a poco fue dejando de intentar racionalizarlo y se dejó llevar por eso que la hacía flotar cada tarde que él, apresurado y siempre con los cascos puestos, entraba en la biblioteca. Qué estás escuchando, le decía siempre casi a modo de saludo. Roberto primero le daba un beso, después le decía el grupo. Aunque casi nunca lo conocía, ella sonreía.

Aún así, siempre había pensado que era pronto para decirle te quiero, como si algo la atenazará cada vez que intentaba verbalizarlo, como si decirlo significara el comienzo de una nueva fase a la que Sara temía.

Alargó el brazo para acariciarle la nuca y cuando la sintió, Roberto estuvo a punto de decirle que la quería. En vez de esto carraspeo y, como siempre, por miedo a no sabía qué, dejó de decirlo. Tenía claro que el deseo de decírselo era cada vez mayor. Pensó entonces en el día que hicieron el amor por primera vez. Cómo se mostraron torpes en el coche que su hermano de vez en cuando le dejaba, ese mismo coche que en estos momentos les llevaba a casa, en una estrellada noche de domingo por los lúgubres túneles de la Calle 30. Cómo se rieron después del polvocutredecincominutos, como le llamaban cada vez que se acordaban. Al fin de semana siguiente, Roberto, con los ahorros que había cosechado para ir al Primavera Sound, le sorprendió con una habitación en un hotel del centro, en pleno Malasaña. Aunque era de 3 estrellas, a ellos les pareció el paraíso y en paraíso lo convirtieron. Era distinto, fue distinto, pensó Roberto al día siguiente, no fue como las otras veces, con las otras chicas. Y ésa fue la primera vez que pensó en llamarla para decirle que la quería.

Entrando por Isla de Oza, con la mano aún acariciándole su nuca, ella se lo dijo.

- Roberto... creo que te quiero
- Yo estoy seguro -contestó apresuradamente, sin pensar las palabras-. Pero, tía, no es el momento, ¿no? -y volvió a poner la mirada en la calle-.
- Sí... no sé, cualquier momento en bueno, ¿no? Dicen...- se mostró nerviosa.
- Vale -y mirándola mientras enfilaba la avenida de Juan Andrés-. Pues eso, yo estoy seguro. Y llevaba tiempo queriendo decírtelo...

Se quedaron callados largo rato, mirando hacia delante absortos como se mira el mar cuando se ve por primera vez. Encontró un sitio y aparcó.

- ¿Damos un paseo? -preguntó Roberto-.
- Vale.

Pasearon unos segundos en silencio, separados, mascullando cada uno para sí mismos qué decir, cómo seguir. ¿Qué pasa después de decir te quiero?, parece que se preguntaban.

- Sara ¿Te quieres casar conmigo?
- Gilipollas...

Y le abrazó y le beso. Se subió a él a horcajadas y le pinzó con las piernas como queriendo retenerle, temiendo que se escapara, como deseando tenerlo para siempre. Dieron vueltas sobre sí mismos hasta marearse.

- Te imaginas que nos casamos -dijo ella un rato después, mientras continuaban caminando-.
- ¿Y tenemos hijos?
- No, tonto, sólo casarnos. Venga, vamos a imaginarlo, vamos a jugar...
- Pero así en plan Las Vegas, vestidos de Elvis y Marilyn o en plan formal.
- En plan formal, mejor. Lo de las Vegas es una horterada...
- Qué pena. Me gustaba casarme como Elvis...
- Ya... seguro que te casarías de vestido de Jeff Tweedy.
- Pues no te diría... ¿Cómo irías vestida tú?
- No sé...
- Seguro que lo tienes pensado desde los cinco años.
- Sencilla -dijo ella, dejando de lado la provocación de Roberto-, pero elegante. De blanco y liso. Rollo Audrey pero de blanco...
- Ya puestos yo iría de frac... o esmoquin... de pingüino, vamos, con una pajarita azul y camisa de chorreras...

Y ya sentados en un banco del parque siguieron soñando con su boda. Así pasaron un tiempo. Se levantaban del banco para emular la entrada en el pazo, pues habían decidido casarse en Galicia, por la Ría de Vigo, de donde eran los padres de Roberto; bailando el vals que en su imaginación sí sonaba; tirando el ramo; incluso cortaron, espada imaginaria en mano, una tarta también imaginaria. Y vieron a todos los amigos de traje. Los de Roberto aburridos señores prematuros hablando de lo mal que va el mundo y de como el yen está por encima ya del dólar y lo, por lo que sea, malo que es eso; o gafapasta abominando de la música que allí se ponía, decía ella. Los de Sara jóvenes con coleta preocupadas por el grado etílico de la gente y contando las calorías y el colesterol de cada plato, decía Roberto. Pensaron en la música que pondrían. Sara tenía claro que el vals sería el Take this Vals de Leonard Cohen y que después sonaría Suzane, que era su canción preferida. Roberto quería entrar en la ceremonia con Spiders de Wilco o algo parecido, algo cañero, pero Sara se lo echo atrás. Al final decidieron que sería con You are my Face, del mismo grupo; y que en el momento álgido de la noche sonaría esa canción del grupo americano de principio de los 90 que escucharon en el Ipod de Roberto el primer día que hablaron.

Durante un rato se quedaron callados, cada uno pensando por su lado cómo sería ese día, ilusionados como niños la noche antes de reyes.

- Sara, sólo tenemos 20 años. Diez o doce años son mucho para...
- Ya lo sé- dijo con voz triste y casi apagada-. Sé que sólo tenemos 20 años. Y que yo puede que me case, que ni lo sé ni quiero ahora mismo, pero no es seguro que tú estés en mi boda, porque hasta ese momento puede pasar de todo; tenemos que seguir nuestras carreras y yo quiero ser neurocirujana y tú el nuevo Krugman ése y eso va a hacer difícil que podamos seguir juntos. Pero qué quieres, es la primera vez que te he dicho que te quería y tú a mí y hemos estado soñando, nos hemos contado un cuento y hora vienes tú y...
- Sólo quería decir que diez o doce años son muchos y que seguro saldrán canciones nuevas que queramos poner en la boda...

Sara se quedó callada. No sabía si disculparse por lo que había dicho o no. Ni siquiera sabía por qué lo había dicho. Se sentía una imbécil. Al final fue él quien rompió el hielo.

- Anda, vámonos. Te acompaño a casa. No estamos acostumbrados a los te quiero... -le dijo cariñosamente, mientras le daba la mano ayudándola a levantarse del banco-. ¿Lo habías dicho antes? -preguntó.
- No. ¿Y tú?
- Tampoco.

Y al rato pensó que lo que necesitaban era decirlo otra vez. Volver a verbalizarlo y perder el miedo a esas dos palabras.

- ¿Hacemos una cosa? -le dijo-. Lo volvemos a decir. Primero uno y luego otro y así mañana no nos ponemos rojos en la biblioteca cuando nos veamos... y además dormiremos mejor...
- Vale, empieza tú.
- ¿Qué morro? Empezaste tú...
- Está bien -tomo saliva y movió el cuello como un boxeador que sube al ring, mientras daba saltitos y simulaba escupir en el suelo-. Uff... Te quiero Roberto -luego se quedó quieta, mirándolo fijamente-. Sí, te quiero... -y sus ojos se iluminaron-.
- Yo también Sara. Te quiero mucho.

Y volvieron a abrazarse y besarse. Esta vez más pausado, mirándose a la cara de cuando en cuando, juntando éstas y cerrando los ojos, obedeciendo a un instinto, como la madre primeriza que coge a su bebé. Al rato de separarse siguieron paseando, abrazados.

- ¿Me llevas a caballito? -dijo-.
- Sube...
- ¿Vamos este año Benicassim? -preguntó ella-.
- Jodé, molaría. Pero es que es una pasta...
- Bueno, el economista eres tú...
- Vale, mañana redactaré el Plan 2000B para el incentivo de que Sara y Roberto vayan a Benicassim- Sara sonrió y le dio un beso en la coronilla-.
- Eso sí, el Primavera no me lo pierdo... que he vuelto a recuperar lo del hotel... -apostilló él-.
- ¿Te gustan los grupos que van?
- ¿A Benicassim?, la verdad es que no mucho... pero bueno, si vas tú, cualquier cosa sonará como música celestial.
- ¿Sabes? No te quedan bien ese tipo de frases. No se te dan bien.
- Ya, no es lo mío. Pero pienso practicar...
- Oye, ¿por qué no hemos acabado esta noche haciendo sexo salvaje? -preguntó Roberto.
- No sé. ¿Por que no teníamos dónde?
- Estaba el coche de mi hermano...
- Ya, eso sí...
- O sea, que la primera vez que me dices que me quieres en vez de hacer el amor compulsivamente nos inventamos una boda y nos preguntamos qué será de nosotros dentro de diez años...
- Más o menos.
- Mañana qué, ¿quedamos para ver Amor en Tiempos Revueltos?

Sara sonrió y le dio un beso en la cabeza.

- Qué tonto eres -exclamó-.
- ¿Peso? -preguntó después de un rato en silencio-.
- No. Eres liviana como pluma mecida por la brisa de la mañana.
- Mejor, pero sigue habiendo algo que me chirría...

Al dejarla en su casa Roberto sacó su Ipod y empezó a escuchar música camino de la suya. Mientras sonaba le llegó un mensaje. Qué estás escuchando. You are my Face, contestó.

Anteriormente:

Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.

3 comentarios:

  1. Que grandes estos chavales... a ver si un día los invitamos a comer o algo...

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  2. pero esta historia es inventada o real?
    que enganche he cogido a "sara y roberto" voy a seguir leyendo.

    enhorabuena por el blog!
    un saludo,e.

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  3. Hola Enrique!

    La historia es inventada, un pequeño juego que espero no se me vaya de las manos ;). Gracias por leerlo y comentar. Ya me dirás cómo has llegado hasta aquí.

    Un abrazo,
    Carlos.

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