viernes, 24 de julio de 2009

Sara y Roberto

Sara y Roberto. Paseo.

Se encuentran por casualidad cerca de la biblioteca donde estudian.

Sara: Hola...
Roberto: Ah, ¡hola! (quitándose los cascos)
Sara: Vaya, qué coincidencia... ¿qué tal?
Roberto: Sí... bien, aquí, dando un paseo ¿Y tú?
Sara: Bien, salgo de la biblioteca. ¿No has venido estos días, no?
Roberto: No, no...
Sara: (Como dándose cuenta) ¿Estás Paseando? ¿Con el día que hace?
Roberto: Bueno... ya sabes, uno no siempre elige los paseos, hay veces que los paseos te eligen a ti.
...
Sara: Ya... ¿Quieres que tomemos un café o algo?
Roberto: No, gracias, creo que seguiré...
Sara: Roberto, uno no siempre elige los cafés, hay veces que los cafés te eligen a ti.
Roberto: Jodé, eres rápida.
Sara: Además... creo que deberíamos hablar.
Roberto: No hay nada que hablar: salimos a un concierto, estupendo, por cierto, cenamos en un chino, lo pasamos bien. Luego llegó tu amigo con el que de vez en cuando haces pin-ball en el Fotomatón, te enrollaste con él y yo me fui para casa. Nada más.
Sara: No me enrollé con él. Ves como tenemos que hablar.
Roberto: Vale. Vamos a aquel café que está cerca de tu kiosko.

Camino del Café. Silencio al principio. Se nota cierta tensión.

Roberto: ¿Cómo va la medicina?
Sara: Bien. Poco ha cambiado desde el sábado. Empollándola.
Roberto: Estupendo.

Sara: ¿Y la economía?
Roberto: Buscando los brotes verdes.

Sara sonríe.

Sara y Roberto. Café.


Cafetería. Piden dos cafés con leche.

Sara: No me enrollé con él, Roberto. Sé que lo que hice...
Roberto: En realidad da igual, Sara. Cambia enrollar por tontear, flirtear, jugar con él y el argumento no varía. No es el acto en sí de enrollarse... es dónde quedo yo. Dónde quedé yo... ¿como el típico pringao que la entretiene hasta que llega el guaperas que se la tira?
Sara: Ya, lo siento. No debí comportarme así. Y no creas que no me fastidia.. lo estaba pasando muy bien y quería seguir contigo, pero... yo que sé... llegó y pasó... como otras veces. Y no sé cómo... De verdad, no quería... no soy así...
Roberto: Lo siento Sara, pero no voy a ser el chico con el que sales, ves conciertos, te ríes; el típico chico que si inteligente y con el que mola hablar y contarle tus cosas... pero luego vas y te tiras a otro. Aunque tengo pinta de sensiblero gafapasta o de lo que sea, no soy de esos... no quiero serlo ni voy a serlo. Para eso búscate a otro...
Sara: Eh, eh. Para, para, para. Te estás equivocando. No me conoces, no tienes ni p... puñetera idea de quién y cómo soy, así que no vengas prejuzgando...
Roberto: Ya. Esto no es lo que parece...
Sara: … pues no, no es lo que parece. Cometí un error, claro está. Entiendo tu postura y entiendo todo el rollo ese de dónde quedas... sé que eso es una... putada. Y como te he dicho estoy bastante arrepentida, te lo juro. Ahora, te he pedido disculpas. Puedes aceptarlas o no, pero no hagas un juicio de valor sobre mí. Me conoces de un rato, no tienes derecho a hacerlo.
Roberto: Creo que sí después de lo del sábado.
Sara: No fastidies, Roberto... sabes que no es así...

Se hace un silencio. No se miran. Ambos juegan, nerviosos, con el sobre vacío del azucarillo.

Sara: ¿Y por qué no has contestado a mis mensajes?
Roberto: Porque no. (Seco)
Sara: Ah. Guay.
Roberto: ¿Quieres saberlo? Porque me dolió, Sara. ¿Y sabes por qué me dolió? Porque me gustas. Me gustas mucho. Antes de que entraras aquella tarde en la biblioteca con tu amiga ya te conocía. Pasaba por el kiosko para ver si te veía. Luego empezaste a venir a la biblioteca donde yo estudiaba y noté que me empezabas a mirar y no me lo podía creer, y el otro día me preguntas que qué estoy escuchando y te acerco el casco, y en ese momento, si me lo llegas a pedir, podía haberte llevado volando a ver la ciudad como si yo fuera Superman y tú Lois Lane; y te pones el casco y charlamos y veo que además molas, que me río contigo... Por eso no te contesté a los mensajes, porque me hubiera gustado que aquella noche hubiera salido bien y salir contigo y que nos pasaran cosas maravillosas, como si fuéramos personajes de una canción de Facto de la Fe... Pero en vez de esto, empiezas a flirtear con un tío... y yo con cara de gilipollas me piro sólo a casa.

Sora: Joder... (Susurrando)
Roberto: ¿Qué?
Sara: Nada, nada...


Sara: T tú ¿Desde cuando escuchas a Facto de la Fe? Si no te gustan nada...
Roberto: No, no lo escucho... pero vamos, sé de qué va.
Sara: Ya... déjame tu Ipod.
Roberto: ¿Por qué?
Sara: Para ver las últimas canciones. ¡Dejámelo!
Roberto: Que no hombre, que no te dejo el Ipod.
...
Sara: Lo tomaré como un triunfo...


Sara: Compararme con Lios Lane... Es lo más bonito que me han dicho desde hace mucho...
Roberto: ¡Facto de la Fe, Lois Lane!... Joder ¡no soy bueno con las metáforas! Soy economista, qué quieres...


Sara: ¿No me vas a besar?
Roberto: Qué va. Paso. Hoy no te encuentro atractiva. (Sara se ríe. Pausa) ¿Nos vamos?
Sara: Sí, vamos. (Pausa) En serio, Roberto, es lo más bonito que me han dicho nunca...

Mientras recogen y pagan.

Sara: ¿Quieres que vayamos al mesón a picar algo?
Roberto: Que va, no puedo. Mis padres son muy raros para eso. Hace un par de años decidieron que no nos comunicábamos en casa y ahora todos los días tenemos que desayunar y cenar todos juntos. En la cocina. Sin tele. Sólo nos libramos cuando discuten. Si lo avisamos con la suficiente antelación y justificado también.
Sara: (Riendo) Qué fricky, ¿no? Tipo Médico de familia.
Roberto: Te lo juro. Hasta luego (al camarero). A las nueve y media en casa. Pero no solo eso, aunque entre en la facultad a las doce o vaya por la tarde, a las siete y media tengo que estar en la cocina para desayunar. Después me vuelvo a acostar. Están chalaos. (Pausa) Te van a caer bien...

Sonrisa.

Sara y Roberto. Despedida.


Roberto: Bueno, yo voy por allí.
Sara: Sí, ya... ¿Sigues sin encontrarme atractiva?
Roberto: La verdad, sí, digo... no... Vamos que ahora mismo te tiraría sobre el arbusto y te... Pero algo me dice que te dé dos besos en la mejilla y me vaya a casa... como John Travolta.
Sara: Sí... además hace frío.
Roberto: Sí, y con frío yo no rindo. Soy como un futbolista brasileño...
Sara: Como... cómo se llama éste... ¡Maziño!
Roberto: ¿Y eso?
Sara: Bueno, yo también he hecho los deberes. Como tú con Facto de la fe
Roberto: ¡Y dale! (Pausa) Ya veo, pero qué has buscado, ¿en Bing? Maziño se retiró hace uno cuantos años, por si no lo sabías.
Sara: ¿Sí? Jo... le pregunté a mi hermano. Bueno, de todas formas enhorabuena, que ganasteis tres a ceros este domingo y estáis ahí que a lo mejor subís.
Roberto: (Sonriendo) Lo tomaré como un triunfo...
...
Sara: ¿Nos veremos este fin de semana?
Roberto: ¿Y el del Pin-ball?
Sara: Le mandé a la... mierda el domingo. Del todo. (Pausa) Y ahora más convencida, si cabe...
Roberto: ¿Hablaste con él?
Sara: No, por Facebook. Siglo XXI total.
Roberto: Ya veo... ¿Salimos el viernes? Pero no al Fotomatón...
Sara: No puedo. Ya es noviembre. De aquí hasta febrero me convierto en un coñazo de persona. Cosa de la medicina, ya sabes.
Roberto: ¿Un cine el domingo?
Sara: ¡Guay!
Roberto: Bueno... pues hablamos para el domingo.

Se dan dos besos.
Se alejan.

Sara: (Ya en la distancia, levantando la voz y con el móvil en la mano) ¿Eh, Roberto?
Roberto: (se da la vuelta) ¿Sí?
Sara: Que aunque me encierre para estudiar, igual me apetece ir a un concierto de un grupo raro algún día. Aunque sólo sea al concierto.
Roberto: Guay. Hay unos cuantos. Ya te contaré.

Se va cada uno por su lado. Sara se da otra vez la vuelta.

Sara: Otra cosa. ¿Aún tienes pensado secuestrarme?
Roberto: Pues ahora no lo sé... Jodé, no se me ocurre ahora nada ingenioso. Otro día te contesto como se merece.

Se va cada uno por su lado. Sonriendo. Sus caras vuelven a estar iluminadas.

Sara escribe un mensaje en el móvil y se lo envía a Roberto:

Siento lo mismo por ti, el mismo sentimiento por ti.

Roberto, sonríe al ver el mensaje y contesta:

Esto no se para, esto no se para, esto no se para...

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