jueves, 4 de marzo de 2010

Marsellesa

Las generaciones anteriores no lo sé, pero los que nacimos en la España democrática, o al albor de ella, siempre hemos envidiado de Francia su himno. Escuchar a todo un estadio en un partido de la selección de fútbol, o mejor, en uno del torneo 5 (6) naciones de Rugby, cantar una canción tan bonita y simbólica como la Marsellesa, todos al unísono, como si fueran una sola voz, una sola persona, es algo que pone la carne de gallina, aunque seas, como en el caso de ayer, del equipo contrario. Todo lo demás que nos jode de los franceses, los camiones en la frontera, el chovinismo, París... todo es superfluo; teniendo un hinmo como el suyo, nuestro complejo de inferioridad se reduciría enormemente.

Ayer, más bonito que escuchar a todo Saint Dennis de pie cantando la Marsellesa, fue verlos coreando olé, olé, olé cuando unos cuantos chavales, que sombolizan como nadie el fútbol del siglo XXI, no dejaban de dar pases, regates, desmarques, juego directo... Henry se fue silbado; Iniesta, ovacionado.

Un gran día, si señor.

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