miércoles, 17 de febrero de 2010

Momentos deportivos I: El mate de Rudy.

Hay veces en el deporte (pocas veces, pero de vez en cuando ocurre) en las que la grandeza del perdedor hace empequeñecer al ganador, y la plata se queda en el imaginario colectivo, mientras el oro queda relegado al olvido. Quizá no de quién lo vivió directamente, pero sí para el resto de los seguidores. En fútbol pasó con la Holanda subcampeona del mundial del 74. Los que no vivimos en directo ese mundial, hemos oído hablar mucho de la Holanda de Cruyff, de la naranja mecánica, del fútbol total... y nada de la Alemania campeona.

En baloncesto, ocurrió en el 2008 en Pekín, en la final olímpica, cuando una generación superlativa de baloncestistas españoles entró de lleno en el corazón de la toda poderosa EEUU, se paseó por sus entrañas, divisó sus válvulas, sus puntos débiles, e hizo trabajar a ese corazón tan poco acostumbrado a ello, le hizo ponerse a mil para poder, por fin, después de mucho sufrir, hacerse con el oro. Como siempre, esa final la ganó Estados Unidos, pero en el imaginario colectivo quedará siempre España: quedará siempre Gasol, Navarro, Calderón, Reyes, Jiménez... quedará siempre, sobre todo, el mate de Rudy.

De ese partido apenas tengo recuerdos tangibles: no sé a qué hora fue, dónde lo vi, con quién; apenas recuerdo algún cruce de mensajes, supongo que con mis hermanos o con mis amigos Luis y David. Sí recuerdo, en cambio, emociones. La emoción de ver que España podía derrotar a USA, de sentirnos superiores en muchos momentos del partido, de tocar con los dedos, siquiera con las puntas, el sueño que parecía inalcanzable, y la emoción de ver como un chico espigado de Palma de Mallorca de 23 años, coge el balón en el centro del campo, se va de un contrario con una cinta, y directo, con una decisión impropia de quien se está enfrentando a una superpotencia, a la superpotencia, se encamina a canasta y, pasando por encima (y por debajo, y por un lado, y por detrás y por todos los lados) del gran Dwayne Howard, hace un mate glorioso, colgándose en el aro, que hace, no sólo temblar el tablero, sino levantar las ilusiones de todos los que en aquél momento lo estábamos viendo.

Ya digo que no sé con quién, ni cómo, pero sé que salté con Rudy y que, mientras éste estaba colgando del aro, yo estaba saltando, con las manos en la cabeza, emocionado, alucinado. También recuerdo, al rato de acabar el partido, un impulso irrefrenable por ir a Youtube y ver de nuevo el mate. Todavía hoy, de vez en cuando, tengo la necesidad de verlo; sobre todo cuando tengo que acometer alguna empresa que se me antoja imposible: veo el video y, casi siempre, cambio de opinión. Es como un símbolo del sí, podemos

Decía Ramón Trecet, sin par comentarista baloncestista y musical, al despedir cada día su programa de Radio 3, Diálogos 3, que “había que buscar la belleza, pues es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo”. En este mate hay belleza, y mucha.

Disfrútenlo...

1 comentario:

  1. Todos necesitamos metáforas en algún momento para coger carrerilla

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