martes, 29 de diciembre de 2009

Listas

Como en el 8, el 7, el 6 y otros años anteriores, lo que mejor que me ha pasado este año has sido TÚ. Y lo mejor que me pasará en el 10, seguramente seas TÚ. Por eso TÚ eres la única entrada en mi lista de lo mejor del año.

Pero por completarla, diré que me lo he pasado muy bien escuchando el disco de Los Punsetes y el de Wild Honey (que recomendé hace poco); también he disfrutado leyendo El Factor humano del gran John Carlin, los Millenium o Click, de Javier Moreno (que no sé si es del 2009; he disfrutado leyendo unos cuantos más, pero no sé si son de este año); lloré de rabia, de pena y de no sé cuántas cosas más viendo El secreto de sus ojos; el mejor plato es la vieira con tocino del Maruja Limón (vigo) y la mejor cena en Casa Solla (Poio, Pontevedra), donde también probé el mejor vino que he probado este año: 12 voltios, un vino de Mallorca (en casa tengo una botella esperándome gracias a mi dealer y amigo Harold); la mejor idea que he tenido es inaugurar este blog y el mejor aterrizaje fue hace un par de semanas, aterrizando en el aeropuerto de Vigo, de verdad, pareciera como si estuvieramos flotando mientras bajábamos viendo la Ría de Vigo, Rande, las Bateas...; el hecho más triste es ése que ya pasó y que no recuerdo, y el más alegre ése del 19 de octubre que sí recuerdo; lo más raro que he visto es a dos ejecutivos (chicos) trajeados besándose en la linea 10 del metro de Madrid (qué quieren, ya soy provinciano); los mejores sitios, sin duda, la Playa de Viñó, en Cangas, Pontevedra y el Quartier Musseum en Viena, y el mejor concierto el de Wilco en Santiago; el mejor sueño, éste y la peor pesadilla es real, pero creo que no la recuerdo; el héroe (heroina en este caso) del año (y creo que de todos los años) es mi madre; y la muerte que más pena me ha dado de un desconocido es la de Jordi Solé Tura (no me preguntéis por qué, pero me dio mucha pena); las mejores risas, en Amsterdamm, aunque ha habido tantas risas; las mejores personas que he conocido este años han sido Sara y Roberto; a quines más he echado de menos es a mis hermanos (J. y F.) y en algún momento he echado de más a algún cliente, jefe o compañero...; la palabra que más me ha gustado ha sido insensato; el mejor polvo... bueno, eso me lo guardo... ¡feliz 10!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Navidad

Me van a disculpar ustedes la ausencia durante estos días, pero han sido días caoticos en los que no he tenido oportunidad de actualizar.

El día 4 de diciembre detectaron a mi padre que tenía las arterias coronarias hechas polvo; unos días después, le intentaron hacer un angioplastia, pero el daño de las arterias no lo permitió; días después, le hicieron un cuatruple By-pass. Todo fue muy rápido, pero al final todo ha salido estupéndamente y desde el día antes de nochebuena está en casa.

Qué irónico (por decirlo de algún modo): se pasa uno toda su vida trabajando de sol a sol y unos meses después de su 65 cumpleaños, el año que se jubila, que podría empezar a disfrutar, le hacen un cuatruple by-pass y le obligan a una vida sana estricta. ¡Y Qué generación!: trabajaron de sol a sol creyendo que estaban levantando una familia, cuando en realidad estaban sacando adelante un país entero. Quizá no han sido los padres perfectos, pero todo lo que somos, todo el progreso que ahora tenemos, se lo debemos a ellos, a cuánto y cómo trabajaron.

Por esto, con cierto retraso, Feliz navidad a todos. ¡Y un gran 2010!
Espero que en el 10 nos podamos ver por aquí más a menudo, porque como me dijo me hermano J. que le dijo no sé quién, no tenemos que tener miedo a decir lo que nos gusta y a mí, escribir, me gusta... y hacerlo aquí, más.

Y mis deseos de este año que viene es para que cada uno cambie esas pequeñas cosas que cree que debe cambiar. O, por lo menos, que trabajemos para cambiarlas. Yo, por ahora, ya tengo oficina para compartir con mi amigo VBP.

Pero bueno, ya el año que viene les cuento esto...

¡Disfruten!

jueves, 3 de diciembre de 2009

Manifiesto!

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:

1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

martes, 1 de diciembre de 2009

Energía

No se trata de no tener tiempo, se trata de no tener energía. En muchas ocasiones confundimos ambos términos. Solemos decir que no tenemos tiempo para nada: trabajo, familia, amigos... Creo que no es verdad. Durmiendo ocho horas diarias y bien organizado, estoy seguro que tendríamos tiempo para casi todo lo que queremos hacer. Pero lo que nos falta es energía. La actividad diaria normal nos consume una cantidad de energía que no nos permite, por mucho tiempo que tengamos al estar bien organizados, dedicarnos a labores como mantener un blog, un facebook, lecturas, seguir tu serie favorita con la asiduidad que te gustaría y miles de cosas más.

En este sentido, la llegada de Xavier ha sido un cambio extraordionario. Por tiempo podría seguir actualziando este blog con dos o tres post semanales, como hacía antes; seguir con Sara y Roberto; mantener el ritmo de lecturas y series; tener vida social activa... Por energía apenas puedo con un post semanal, pese a tener unas cuantas cosas en la cabeza que me gustaría plasmar, quedar con algún amigo, leer dos o tres hojas o ver sólo los primeros minutos de mi serie favorita.

Al final, supongo, se tratará de adaptarse. En vez de buscar energía de donde no la hay, adaptar todos estos quehaceres a la energia vital de la que se dispone en cada momento, en cada época de la vida: no pretender llevar la vida que llevabas antes, pues aún sí teniendo tiempo, no se tiene energía para ello.

Eso, o pedirle un poco de EPO a Paquillo...

Todo esto para decir que hasta que no consiga resolver la fórmula de las variables energía, tiempo, quehaceres, este blog seguirá actualizándose menos de lo que a mí me gustaría (y espero que a ustedes también).

viernes, 20 de noviembre de 2009

Wild Honey

Recomendación musical de viernes. Hagan play y disfruten:

<a href="http://wildhoney.bandcamp.com/album/epic-handshakes-and-a-bear-hug">Whistling Rivalry by Wild Honey</a>

Feliz fin de semana (lluvioso en Vigo).

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Regreso

Hoy he empezado a trabajar después de un mes de vacaciones, así que, oficialmente, este blog también vuelve a la vida.

Xavier está estupendamente. Creo que es muy difícil innovar en lo que se puede decir sobre el hecho de ser padre. Así busquen ustedes todos los tópicos sobre qué se siente al tener a tu primer hijo y ahí me encontrarán. Mañana cumple un mes. En fin.

Esta vuelta a la vida después del mes de vacaciones se me antoja la mar de interesante. De verdad. Y tengo muchas ganas, además. Supongo que serán los frutos recogidos después de tiempo de trabajo, pero como casi sin darme cuenta en las próximas semanas voy a tener algunos puntos de inflexión que pueden relanzar mi vida (profesional). Y a cada cual más interesante.

En primer lugar este viernes quedo a comer con mi amigo VBP para ver si en breve compartimos una oficina para apoyarnos en nuestros respectivos teletrabajos. Con la intención de que más adelante no sólo compartamos oficina (profesionalmente hablando, se entiende).

Voy a ayudar a mi amigo Alfonso con un proyecto nuevo (de hecho, ¡debería estar ya trabajando en ello!). Más adelante daré más información sobre esto.

Y hoy he cerrado, para la semana que viene, una reunión que puede ser el detonante que abra un nueva etapa dentro de mi empresa actual. Esto haría que mi situación, o mi papel, en la empresa cambiara. Por supuesto, o eso creo, a mejor.

Pese a todo esto, no dejaré este Blog. Sara y Roberto seguirán, pero adelantaré que le quedan unos pocos post. Quiero hacer nuevas cosas. Por ejemplo, me gustaría hacer una serie de momentos deportivos, comentado los que han sido mis mejores momentos deportivos. Y me gustaría empezar un relato nuevo, con nuevos personajes. Y escribirle algunos cuentos a Xavier. Pero, por supuesto, seguiré contando lo que pienso y lo que siento, lo que veo, lo que sueño, lo que me pasa, lo que me gustaría que me pasará...

Ahora les dejo, Xavier me está esperando...

jueves, 22 de octubre de 2009

Xavier



Os presento a Xavier, hijo de Perdone que no sea ruso. El papá está encantado, encantadérrimo diría yo: se lo pasa pipa sólo mirándole.

Os dejo por unos días, necesito tiempo para seguir mirándole.

En breve volveré.

Besos a todos.

viernes, 16 de octubre de 2009

Griposo

Aunque no sabía qué, hoy tenía pensado escribir algo en el blog (en realidad sí sabía qué), pero me he levantado con dolor de garganta y sensación griposa, después de pasar una mala noche, así que mejor os dejo esta charla que encontré hace unos días y que me gustó mucho.

La semana que viene más, y deseo que mejor.

jueves, 15 de octubre de 2009

Sara y Roberto 10. Dra. Carter

Sara y Roberto salen de la biblioteca después de toda la tarde estudiando. Van paseando hacia casa. Es noviembre y empieza a hacer frío en la ciudad. Van a paso lento. A ambos se les ve algo nerviosos.

- ¿Sabes por qué llevan los médicos tantos bolis en la bata?
- No sé, en los hospitales creo que es porque cada constante vital se marca con un color, entonces siempre tienen que llevar de varios colores, además del típico fluorescente para subrayar y eso. Pero búscalo en Google, seguro que lo sabe mejor que los propios médicos.
- Anda, no sabía que era por eso. Creía que era para fardar o algo así.
- Bueno, de todas formas aún me queda. Ya me enteraré del todo... cuando los utilice.

(Pausa)

- ¿Cuándo empezarás las prácticas?
- Dentro de un par de años... si todo va bien.
- Seguro que sí.
- Gracias.
- Bueno, es que tienes pinta de ser un poco empollona.
- Tú tampoco vas mal, ¿eh?

(Pausa)

- Serás una médica...
- O doctora.
- Sí, es curioso: cuando es médico de familia vas al médico, o médica, como dice mi abuelo, que no me mola mucho, en cambio, si es en el hospital te ve el doctor o doctora. No sé por qué.
- Jo, pues sí, no había caído... ¿No te gusta lo de médica? A mí me parece entrañable.
- Sí, lo dice mi abuelo y tal, pero no me gusta nada lo del desdoblamiento del lenguaje. Lo veo una tontería para quedar bien. Un gasto tonto. No pasa nada por ser el médico Sara...
- Pues yo no lo veo mal, la verdad, ni médica, ni arquitecta, ni jueza... Además, si lo escribes en Word no te lo detecta como un error.
- ¿No? Jodé, no lo había probado.
- De verdad, hice la prueba el otro día. Pero vamos, que prefiero ser Doctora.
- Sí, mola más. ¿Cómo te apellidas?
- ¿De verdad te interesa?
- Sí, claro, si vas a ser mi novia, tendré que saberlo...
- ¡Ah!, ¿vamos a ser novios? Creía que era por lo del rapto...
- Bueno, y por eso también...
- Lista
- ¿Qué?
- Mi apellido, Lista.
- ¡No jodas! ¿Vas a ser la Doctora Lista?
- Ya tío, lo del apellido es una cruz. Toda la vida con lo mismo, siempre con coñas.
- Menos mal que contigo se perderá.
- A no ser que sea madre soltera...
- O que tengas un hermano...
- Soy hija única... aunque da igual, estoy pensando en cambiarlo.
- Doctora Listilla, quizás...
- No, tonto, ponerme el segundo por el primero.
- ¿Cuál es el segundo?
- López
- Qué va tía, no lo hagas, mola mucho más Doctora Lista que Doctora López. De verdad, a mil kilómetros.
- Ya, no sé...
- En serio. Lo peor ya lo has pasado, ¿no?, que son los cabrones de los niños del cole. Ahora se reirán de ti unos cuantos compañeros y pacientes, sobre todo los que tengas que atender pedo por ahí, pero da mucha más personalidad que Doctora López. Ser la Doctora López tiene que ser un rollo, en cambio la Doctora Lista...
- La Neurocirujana Lista...
- Ya, vale, queda un poco raro, pero da más personalidad que López, eso seguro.

(Pausa)

- También me puedo inventar el primer apellido...
- Mola: doctora Mostovoi.
- Había pensado en Doctora de la Fe.
- ¿De la Fe, qué es, el personaje de alguna telenovela?
- No gilipollas, es por Facto de la Fe, el grupo.
- ¿Te gusta Facto de la Fe?
- Sí, mucho, ¿a ti no?
- Hombre no están mal, pero... son un poco...
- Demasiado comerciales para ti, ¿no?
- No, no es eso, es sólo que... tampoco les he prestado mucha atención...
- Ya... a ti te gustan grupos más raros...
- Como las chicas...
- Entonces no te gustaré: soy muy convencional.
- ¿Convencional? Te recuerdo que eres la Doctora Lista y miraste si jueza o arquitecta las marca el word como error... sólo por eso me tendrías ganado... Lo de Facto de la fe en realidad tiene disculpa, mola... la verdad es que mola que te guste Facto de la fe... peor sería que te gustara Amaral.
- Es que también me gusta Amaral.
- Luis Miguel no te gusta, ¿no?
- No tío, es horrible.
- Menos mal...

(pausa)

- En realidad me molaría ser la Doctora Carter.
- ¿Por el ex-presidente?
- No, por el Doctor Carter, de Urgencias...
- Ya decía yo....
- Mi madre lo veía y estaba enamorada de él.
- ¿Quién estaba enamorada, tú o tu madre?
- Las dos. Fue nuestro amor platónico.
- ¿Sí?
- Te lo juro. El Doctor Carter.
- Te pega más el de Anatomía de Grey...
- ¡¿El repeinao de Sheppard?! Que va. Está bien, pero nada tiene que hacer contra Carter. De Anatomía de Grey me quedaría con George Omali... si eso. Además, el rollo Carter-Abbie es mucho mejor que los tontos de Sheppard-Grey...
- ¿A los médicos os gustan las series de médicos?
- A los médicos no sé, a mí sí.

(Pausa)

- Dicen que los médicos tienen mogollón de líos entre ellos, como en las series.
- No sé, creo que prefiero los economistas...
- ¿Keynesianos o liberales?
- ¿Tú que eres?
- Amarás a John Maynard Keynes por encima de todo...
- Pues eso.
- Guay. Nos vemos el sábado entonces...
- Sí, ¿quedamos en la parada de Antonio Machado?
- No, mejor quedamos en la puerta del foto, tengo que hacer antes algunas cosas por Madrid.
- ¿Me vas a comprar un regalo?
- Fijo, el típico peluche gigante de primera cita. Como en las pelis.
- ¡Guay!, ¿a las diez entonces?
- Nueve y media mejor, así picamos algo en el Chino de al lado.
- ¡Estupendo!
- ¿Escuchaste a Aviación Española?
- Sí, está muy bien lo del Myspace, la Habanera y eso...
- Mejor que Amaral seguro.
- Pero no mejor que Facto de la fe.

(Sonríen)

- Bueno, nos vemos el sábado entonces...
- Guay, pues hasta el sábado.
- Adiós... Doctora Carter.

Se dan dos besos y se van. Ambos sonriendo. Más relajados.


Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.
Sara y Roberto 5. Boda.
Sara y Roberto 6
Sara Y Roberto 7. Contracción
Sara y Roberto 8. ¿Me sacas?
Sara y Roberto 9. Desgarro

martes, 13 de octubre de 2009

Lavadora.

Al técnico que ahora mismo está arreglando mi lavadora, le gusta ser técnico de lavadoras. Diría que incluso está orgulloso de ser técnico de lavadoras. Eso se nota cuando ves a alguien trabajar: se nota si le gusta o no, si está orgulloso de ser lo que es; en su mirada es fácil ver el difrute o el tedio, la tensión causada por cada tornillo que tiene que quitar o la comprensión ante cualquier atasco de una tapa que no quiere salir. En este caso, por cómo mira el tambor girar y calcula, por esto, el desgaste de los rodamientos, coloca la puerta cuando la desmonta, quita el tornillo, el típico tornillo que siempre se atasca, por cómo te habla y te cuenta el problema, destacando las virudes del producto, vendiendo la marca, contando anécdotas de averías de lavadoras, sé que está orgulloso de ser lo que es.

Los dos, él y yo, sabemos que el problema que ha tenido mi lavadora ha sido causado por un error mío de uso y que no debería cubrirlo la garantía. Me ha preguntado insistemente si cargo mucho cada lavado. Le he dicho que no, que lo normal. Él ha sonreido; yo también. Después se ha puesto a desmontar la lavadora y le he preguntado si va a cambiar la goma. Sí la iba a cambiar, y entonces he querido saber cuánto me iba a costar. Nada, me ha dicho, se lo voy a meter en garantía. Y me ha tratado de usted pese a las pintas que tengo ahora mismo (pantalón corto de pijama a cuadros azules, marrones, naranjas y blancos, zapatillas de casa abiertas por detrás grises, calcetines negros altos (no los tobilleros que se llevan ahora en verano) y sudadera de capucha roja). Y me lo ha metido en garantía pese a que los dos sabemos que ha sido un problema de uso mío. Supongo que se habrá preguntado qué hacemos Sonia y yo en casa, a estas horas y con estas pintas, estando ella además embarazadísima (una de las anécdotas trataba sobre los niños y su acercamiento a las lavadoras) y a lo mejor se ha contestado que suguramente estaríamos en paro y por esto nos lo ha metido en garantía aunque yo prefiero pensar que nos lo ha metido en garantía porque le he escuchado educadamente y con interés hablar sobre los rodamientos, los tambores, los fuelles, los amortiguadores de los tambores y demás cosas técnicas que en un rato me ha comentado y, aunque me ha parecido un momento de soledad terrible, como la conversación en la película Casa de los Babys de John Sayles entre una de las señoras que espera en el hotel de una ciudad indeterminada de América latina a que le den el niño en adopción y que no sabe español y la asistenta de limpieza del hotel, que no sabía inglés, pero que aún así, sin entenderse, ambas se contaron sus miserias, sabiendo que cada una le contaba sus dolores a la otra y escuchaban atentamente, pese a nos saber de qué hablaba; como en la película, también me ha parecido que le he hecho feliz dejándole contar eso, aunque tampoco le entendía nada y que me ha correspondido pasandome por garantía lo que parecía imposible de pasar por garantía.
Gracias. Ha sido un placer.

jueves, 8 de octubre de 2009

Sara y Roberto 9. Desgarro.

Cuando Roberto llegó a casa estaba empapado. Aunque contradiciendo al refranero el mes de abril había sido seco y frío, ese mes de junio estaba siendo especialmente lluvioso. Aún así, Roberto, aquel desgarrador día de principios de junio, salió con apenas una camiseta y una cazadora vaquera. Ni paraguas, ni el chubasquero que su madre, orgullosa, le había regalado cuando le concedieron la beca para hacer el doctorado en Londres, bajó Roberto ese día a la calle. Tampoco bajó sabiendo que su relación con Sara se rompería definitivamente y así fue, aunque también, como de que podía llover aquel día, intuía que podía pasar. Desde hacía un tiempo, algo más de un mes, la relación se había deteriorado; pareciera como si la luz de Sara se hubiera apagado y esto provocaba que cuando se veían no se rieran tanto, ni soñaran, discutieran más e incluso dejó de preguntarle qué estás escuchando, y, aunque Roberto pensaba que podía deberse al cambio hormonal producido por el embarazo, o la triste resignación que sentía ella al estar embarazada a los veintitrés años, algo más dentro de él, sabía, tenía la certeza, de que el cambio de Sara no sólo era por esto. Pero como para la lluvia, para esto tampoco bajó protegido aquella tarde.

Después de secarse y ponerse un pantalón corto y una camiseta limpias, Roberto se sentó a la mesa a cenar. Pidió disculpas por haber llegado tarde, es que he tenido un poco lío, dijo, y luego se centró en su comida, sin decir apenas nada más. Tú nunca podrás ser un amigo para mí, Roberto, o lo eres todo o no eres nada. Y ahora no puedes serlo todo. El niño no es tu hijo y por mucho que quieras que así sea, incluso que le des el apellido, por mucho que lo aceptes como tal... no sé si podré vivir con eso, no puedo engañarlo así, engañarme así. Te quiero mucho, Roberto, mucho, te lo juro, pero ahora en mi vida tienes que ser nada. Y al recordar como Sara se iba después de decir esto, se alejaba del banco en el que tantos momentos habían pasado, llorando hacia su casa, andando rápido, sin darle ni siquiera tiempo a reaccionar, Roberto se derrumbó y allí mismo, en la mesa, delante de las verduras a la plancha que ese día su padre había preparado, se puso a temblar y a llorar y a maldecir y durante un tiempo estuvo fuera de sí, incapaz de contener el dolor. Entre su padre y su hermano pudieron sujetarlo y llevarlo a la habitación mientras su madre intentaba ponerle en la frente paños humedecidos en agua caliente, pues empezaba a tener sudores fríos. No era la primera vez que cortaba una relación con Sara, no era la primera vez que sentía dolor por esto, pero si era la primera vez que lo sentía de aquella manera. Al cerrar lo ojos, llenos de lágrimas, al levantar el sordo grito de dolor, podía ver el vacío, sentir el vacío. Intentó visualizarse así mismo, pero no veía; intentó hablar, pero apenas le salían gritos; tampoco podía escuchar: en el vacío no se escucha, en el vacío no se habla, no se mira.

Habían pasado un par de horas cuando su madre, con los ojos todavía rojos, entró en su habitación para llevarle un vaso de leche caliente. Antes llamó, como siempre hacía, y Roberto, con una voz todavía leve pero grave, como un susurro de Leonard Cohen, pensó, le dijo que pasara. Se sentó a su lado y después de dejar el vaso de leche en la mesilla, le dio un beso en la frente. Cuando habían logrado tranquilizar a Roberto, llevarlo a la habitación y acostarlo, fue su madre quien comenzó a llorar y a temblar, sobre todo por el susto, el terror que había sentido, pero también de impotencia, viendo como su hijo sufría sin ella poder hacer nada, sin poder paliar ese dolor.

Roberto solía contarles todo a sus padres, o casi todo. Habían vivido la primera parte de la relación, la ilusión de su hijo por la hija del quiosquero; vivieron la primera separación, cuando decidieron dejarlo, de mutuo acuerdo después de tres maravillosos años, como le había dicho Roberto a sus padres; cómo luego fueron amigos; se enteraron del embarazo de Sara la misma noche que ésta se lo contó a Roberto, y aceptaron, resignados, que Roberto rechazara la beca para hacer el doctorado en la London Bussines School, una de las más prestigiosas escuelas de economía y empresa del mundo. Que lo rechazara para estar cerca de Sara, para convertirse en el padre de su hija, para casarse si hacía falta, darle el apellido, lo que sea Mamá, de verdad, no puedo dejarla sola, no puedo dejar a Sara tirada; a Sara no. Aún la quieres, ¿no?- le había preguntado el padre-. Sí, mucho... significa todo. Pues nada- volvió a decir el padre- acabouse Londres... y bienvenido al futuro nieto. Y se empezaron a interesar por él: si era niño o niña, de cuántos meses estaba, si lo había visto en alguna ecografía, quisieron ver a Sara, cenar con ella una noche, que se pasara por su casa... Pero esa noche no pudieron dormir, ni la siguiente, ni la otra... Por un lado sentían como un triunfo propio el hecho de que se quedara con Sara, que la amara tanto como para perder la gran oportunidad de su vida: habían educado a sus hijos para que tomaran este tipo de decisiones, las que marcan una vida, de una forma libre y responsable, sin gritos ni alaridos, hablando y reflexionando, pero siempre sintiendo el impulso del deseo, del corazón, siempre buscando lo mejor para él y los demás, intentando ser buena persona, no hacer daño, y Roberto así lo estaba haciendo con Sara; por otro lado, se sentían frustrados al ver como renunciaba a una carrera, no sólo por el hecho de perderla, sino por cómo le apasionaba ésta. A veces la madre de Roberto maldecía a Sara, la culpaba de todos lo males que pudieran ocurrir, de lo poco que sonreía su hijo últimamente, pero rápido se le pasaba y la veía como lo que era: una pobre chica que necesitaba más que nunca de la persona que más cerca sentía, que más cerca tenía, de la persona que, después de sus propios padres, más la amaba. La mala suerte, pensaba, había hecho que esta persona fuera su hijo. O la buena suerte, nunca se sabe.

Mañana voy a llamar a Londres, a ver si hay posibilidad de readmisión- le dijo Roberto después de beberse la leche. No te preocupes- le contestó la madre- no tienes porque tomar esa decisión mañana, deja pasar un par de días, intenta hablar con ella... No mamá, sé que lo ha hecho por mí... Y eso que había dicho sin pensar, como algo mecánico, como el buenos días al llegar a la mesa del desayuno, tomó luz en aquel momento y entendió por qué Sara lo había dejado. Entendió que lo había hecho por él mismo, que había renunciado al apoyo de la persona que amaba, a una vida con ésta, para que él no tuviera que vivir como un adulto prematuro, para que no tuviera que perder su carrera, su juventud; que ella podía, debía hacerlo, pues ella cometió el error, ella se quedó embarazada, pero que no él: no era ser el todo o el nada para ella, era un no puedo hacerte esto, y que si así se lo hubiera dicho, él nunca habría aceptado y por eso buscó otras razones. Entendió que Sara no podía permitirse que él lo dejara todo por ella, que no debía sufrir su error, que eso sería demasiado peso sobre ella misma, una losa que sería imposible de llevar. Supo entonces que nada podía hacerse, que de nada serviría hablar con ella, contarle que su decisión, su deseo, su mayor deseo era quedarse con ellas, que le daba igual Londres y el doctorado y que incluso su familia le apoyaba. Sabía que Sara nunca podría aceptar esto y pensó en ella, en cómo debía sentirse y aunque intentar visualizarla le hacía incluso más daño, que el dolor fuera más fuerte, más intenso, el saber el porqué le dejó más tranquilo, más consciente de lo que estaba pasando. De no enterarse de nada, de no saber por qué tenía que sufrir así, pasó a entenderlo todo. Y aunque no lo alivió, pudo relativizar. Pudo pensar.

- Tal vez pronto volvamos a encontrarnos y recuperar... eso que tuvimos, pero ahora debo intentar ir a Londres... seguir con mi carrera. Con mi vida.
- Duérmete hijo, mañana pensarás con más claridad, seguro.
- Gracias mamá.

Y después de darle otro beso en la frente salió de la habitación apagando la luz, y bajo las sábanas, iluminado por los haces de luz que las farolas creaban al colarse por las minúsculas rendijas de la persiana, vio a un joven derrotado, a un persona que con tan sólo veinticuatro años, y pese al prometedor futuro que tiene por delante, siempre llevará un vacío dentro de él. Y sus ojos volvieron a humedecerse.


Anteriormente:

Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.
Sara y Roberto 5. Boda.
Sara y Roberto 6
Sara Y Roberto 7. Contracción
Sara y Roberto 8. ¿Me sacas?

martes, 6 de octubre de 2009

Título

Por un error titulé este Blog "Perdone que no sea ruso, señor" cuando en la letra de la canción en la que está basado dice, claramente, "qué pena que no sea ruso, señor". Me di cuenta algún tiempo más tarde, pero ya no rectifiqué... y no lo haré ahora, claro. La canción es de El niño gusano y está en el maravilloso disco El escarabajo más grande de Europa. Ahí va, para quien no la conozca:

lunes, 5 de octubre de 2009

Cine

Pocas cosas hay mejores que el salir del cine después de ver una buena película. Cuando te deja en la butaca, y sólo te levantas porque piden paso los que están a tu lado o acaban los créditos y el acomodador te echa; cuando en el coche, camino de casa, vas en silencio, apenas sitiendo el murmullo de los comentaristas de los partidos, pese a estar alta la radio; cuando bajas al bar a ver lo que se presupone un partidazo pero tu sólo puedes ver los ojos de la protagonista o escuchar esa frase que parece está dicha, escrita para ti; cuando a la mañana siguiente hagas lo que hagas todo te lleva a la película; cuando te levantas pronto para escribir y te das cuenta de que lo que querrías escribir es eso que viste; pocas cosas hay mejores, y ayer me pasó después de ver El secreto de sus ojos.

(A pesar del pésimo cine donde lo vi: en el centro comercial Gran Vía, Vigo. Nunca vayan)

jueves, 1 de octubre de 2009

Comencé a disfrutar

El me relajé y comencé a disfrutar con el que acabo el post anterior, que dice la película, comentaba, pertenece a esta maravillosa escena de la deliciosa Hanna y sus Hermanas. ...and actually began to enjoy myself, dice Allen:

martes, 29 de septiembre de 2009

Revertir

Hace ya un tiempo le pregunté a un amigo si leía este blog. Me dijo que no, que... era yo, y que él pensaba que no tenía cosas interesantes que decir, que si fuera un escritor o un director de cine o algo así, sí, pero siendo yo, no le interesaba mucho lo que pudiera decir...
El domingo, en una serie, a uno de los personajes, antaño mujeriego compulsivo y ahora fiel novio de la chica morena, le acosó una de sus antiguas novias. Éste la rechazó, pero nadie del pueblo le creyó, gracias a su pasado. (Al final sí, claro, es una serie española).

Como no quiero entrar en lo interesante o no que pueda ser este Blog, cada lector tendrá su opinión, trabajaré sobre otro ejemplo. Si yo montara un negocio y éste me fuera bien o muy bien, o me publicaran un libro estupendo, o tuviera éxito en otro trabajo que no fuera el de toda la vida, en definitiva, que hiciera algo reseñable que no implicara sólo ser una buena persona, mi amigo (sin querer hacer daño, claro está) seguro se lo achacaría, en mayor medida, a la suerte u otros factores externos, antes que a mi capacidad para poder desarrollar estas capacidades (valga la redundancia); igual que al chico de la serie nadie le creía en su rechazo a la chica rubia. Y lo haría, pienso, porque para él sigo siendo ese chico retraíado del barrio, permanentemente humillado por una tartamudez escandalosa, que fui hasta después de mi adolescencia. Nada ha cambiado... !eres tú tío! ¡Qué vas a tener que decir!

Si lo mismo pasara con alguno de los amigos que he cosechado en los últimos años, seguro que su idea del porqué me fue bien, cambiaría mucho. Tienen otra imagen de mí: soy otro yo para ellos. Es como tener dos yoes: uno para los viejos amigos de la infancia (son pocos ya, afortunadamente), de la época de la oscuridad; otro para los nuevos amigos de juventud y madurez (son unos cuantos, aforunadamente).

Y para ser más exactos, no es que haya cambiado, es que me he quitado frustaciones. Las personas no sé si tenemos el poder de cambiar, pero sé que tenemos el poder de quitarnos frustaciones y esto nos permite cambiar. Dicho de otro moodo, uno es, sobre todo, víctima de sus propias frustaciones, son las que nos marcan, en gran parte, nuestro ritmo de vida, nuestra forma de ser. Antes simplemente no veía el sol, oculto éste bajo una inmensa nube de frustación que descargaba terribles tormentas continuamente. Poco a poco, el panorama fue despejando y, aunque aún quedan unas cuantas nubes (siempre quedarán), cada mañana sale el Sol.

Después de que mi amigo me dijera esto, pensé en trabajar para intentar revertir esta situación, como pasó en la serie con el ex-mujeriego, pero entonces me di cuenta de que esa nube, la de que me duela que la gente se crea que no tengo nada interesante que ofrecer y tener que esforzarme continuamente para que crean que sí, para poder siquiera participar, ya pasó para mí: por ese hueco entra, nítido, el Sol. Así que, como dicen en la película, me relajé y comencé a disfrutar.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Sonrisa

Hoy toca copia/pega del blog de Fernández Mallo:


(...)Goteborg, Informe Para Un Barco Vikingo: sabemos que hemos triunfado porque la gente se ha divertido.No sé si hay un triunfo al margen de la sonrisa, puede que sí, pero ni Manolo ni yo creo que lo concebimos.

jueves, 24 de septiembre de 2009

F algo.

Hoy he soñado que iba en avión de Valencia a Madrid y que como el avión normal estaba lleno, tenía que coger un F algo en que apenas cabían unas personas. Me tocó sentarme al lado de un niño y algunas personas más allá estaban mi tío Pepe y mi tía Josefina. El F lo que sea se cogía igual que cualquier otro avión, pero éste estaba suspendido en el aire, lo cual impactaba. El despegue fue alucinante. El niño y yo nos miramos y flipamos, pues la aceleración fue máxima y además todo esto lo hacíamos por medio de la ciudad de Valencia, por entre los edificios, como si de un ejercicio acrobático se tratara. Pero al cabo de un rato, tuvo que parar en seco en medio de una calle para que pasara otro avión similar que iba de Madrid a Valencia. Después nos perdimos y pasamos por encima de una playa alucinante y decidimos (decidió el piloto) bajar a darnos unos baños y resulta que no era una playa si no un río y nos dimos unos baños aprovechando la corriente y después todo mojados nos volvimos al avión y ya entramos en Barajas, peor este avión para aterrizar tenía que hacerlo por unos raíles tipo el excalectric y estaba lloviendo en Madrid así que justo cuando pasamos por debajo de un puente éste se nos cayó encima y tuvimos que llegar a la terminaral de aeropuerto embarrados y deslizándonos como si de una atracción de un parque acuático se tratara. Al llegar protesté, pero de nada sirvió. Y nadie estaba esperándome en el aeropuerto...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Campeones!!



Ayer disfruté mucho. E incluso por momentos parecía que se me metía algo en el ojo.

Gracias y enhorabuena!!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

En casa

La conductora del autobús que me llevaba del aeropuerto al centro de la cuidad era borde. A cada pregunta de los despistados viajeros, apenas respondía con un sí o un no, sin siquiera levantaba la mirada para verte. Bienvenido a casa, dijo una de las personas que le había preguntado. Sí, ya estamos en Vigo, le contesté. Él asintió.

Ayer llegué a Vigo después de seis intensos días, tres de ellos en Amsterdam. El IBC muy interesante: hemos visto unos cuantos cacharritos que molan y que veremos si distribuimos en España y, sobre todo, tuvimos una reunión con nuestro principal proveedor en la que nos comunicaron que en el nuevo canal de distribución que están desarrollando, nuestra humilde empresa de 7 personas iba a estar en una short list compitiendo con los grandes del sector. Con sólo cuatro años de vida, que te emparejen con estos, mola.

Lo demás: una habitación cochambrosa, horrible, miserable (me quedo corto) en el centro de Amsterdam donde apenas pude dormir en los dos días, y que compartí con dos personas, una de ellas un troglodita (no sabía que una persona humana pudiera emitir tantos ruidos distintos por tantos sitios de su anatomía); y sobre todo risas, risas y risas.

En Madrid ni salí ni vi a amigos. Los días que pasé los pasé en casa, con mi familia. Intenté ir a ver la exposición de Matisse, pero resulta que cierra a las siete de la tarde, con lo que llegué tarde y no pude verla, así que dediqué a pasear por Madrid.

La nota triste fue la despedida ayer de mi hermano Fer, al que ya no veré hasta navidad pues el día 1 de octubre se va a su aventura Erasmus en Marburg, Alemanía y a quien echaré mucho de menos en mis viajes a Madrid por las charlas en su habitación sobre informática, música, Fotomatón, gente, etc. y por las risas viendo los partidos. Te voy a echar de menos, jodio.

PD1. Yo no fumé las cosas que se fuman allí, pues no fumo.
PD2. Todavía estoy pensando si estoy a favor o no de lo de los escaparates y los coffe shops. No sé, no sé.

martes, 8 de septiembre de 2009

Viaje

Mañana me voy a Madrid y el viernes a Amsterdam al IBC, la gran feria del audiovisual en Europa. La semana que viene también andaré un par de días por Madrid, lo que quiere decir que en estos días no podré actualizar demasiado. Sara y Roberto volverán este jueves, pero con un post corto, y descansarán la semana que viene. Así que nada, que estoy escuchando una estupenda sesión de Dolphin, a quien podré ver en apenas un par de semanas, y que eso (las dos cosas) me hace muy feliz; que hoy he estado en el médico y que me han bajado la medicación, o me la han quitado, la verdad, no lo sé, porque la doctora parecía tener mucha prisa y apenas me ha escuchado, ¿por qué no habrá médicos que te escuchen y atiendan como merecemos?; que mi desintoxicación de bollitos Martínez va viento en popa; que me da a mí que a Xavier lo ven Dolphin y familia antes de su regreso a los EEUU; que Sonia me ha pedido que le escriba algún cuento a Xavier y que voy a intentarlo, por ahora tengo el personaje: se llama Xu y es una Xoubiña, seguiremos trabajando; que bienvenida Marga a la lectura de este Blog, si es que al final entraste; que Mortol y Vicente os debo una cena y que cuando vuelva cae fijo; que recomiendo a todo el mundo el libro La playa de los ahogados, de Domingo Villar, sobre todo a los que quieran conocer a los gallegos, el caracter gallego: lo de las preguntas, la escalera, etc.; y que quizá lo mejor sea que vuelva al trabajo... pero antes, os dejo una pequeña maravilla, ¡difrútenla!

lunes, 7 de septiembre de 2009

Disfrutar

Llevo un tiempo dándole vueltas a este post del siempre interesante Blog de Fernández Mallo. Habla, más o menos, del sufrimiento a la hora de crear una obra y afirma que, en contra de lo que se opina, hay que pasarlo bien, disfrutar con el trabajo que hagas para que los resultados sean más "profundos y despejados", y que, mientras trabajas, no hay que pensar que estás creando una obra, pues ese fin es que puede hacerte sufrir.

Habla sobre la creación de una obra artística, claro está, pero creo que es extrapolable a cualquier trabajo o profesión. Incluso a la vida misma, siendo esa obra final LA VIDA misma, o las distintas fases de ésta.

Sufre la chica cuyo sueño (OBRA) es la boda perfecta: casarse de blanco en la iglesia de su pueblo con el chico perfecto; sufre bucando al chico, seleccionando, y, si no lo encuentra, viendo cómo se pasa el tiempo, cómo se escapa su sueño; disfruta la chica que por casualidad conoce a un chico y al poco están desayunando tostadas con mantequilla salada, sin pensar si es el chico perfecto, y disfruta cuando se casa, sin pensar si será la boda perfecta.

Sufre el que quiere ser feliz a toda costa; disfruta el que, simplemente, es feliz.

No sé si tiene sentido lo que he escrito, pero paso de borrar. Ahí queda.

Y como no sé si he explicado bien de qué habla Fernández Mallo, copio/pego el final del post, para que cada uno saque sus propias conclusiones (o no):

...

NOTA:

Este fin de semana vi un documental sobre David Lynch, One (del que esperaba mucho más, pero bueno, hay momentos entrañables, sobre todo cuando sale él trabajando con sus manos en el taller de carpintería-fontanería-electricidad-chapa y pintura que tiene montado en su casa; el tío es un manitas), y decía algo que comparto al 100%, que era algo así como que siempre se creyó que para crear había que sufrir, pero que es todo lo contrario: si intentas pasártelo bien con tu trabajo los resultados son mucho más profundos y despejados. Hay trabajar en lo que te apetece, concentrado en eso, sin pensar en grandes obras, inventar sin pensar que estás haciendo una obra, y luego ya se convertirá en obra, si es que eso ocurre.

Cuando vi a Lynch diciendo eso recordé a Luis Macías, en bar de Brooklyn ante unas cervezas y unos nachos gigantes con guacamole que comíamos con verdadero apetito, diciéndome que le gustaba aquello que decía John Cage: trabaja duro y pásatelo bien con lo que haces en cada instante, y de vez en cuando, sólo muy de vez en cuando, recuerda que estás haciendo una obra. Aina Lorente y yo acabábamos de hacer de ayudantes en su obra Scan Land, y aquello era la confirmación de una coherencia total entre la teoría y la práctica en los trabajos de Luis.

Y todo eso, ayer domingo, me llevó a recordar algo que decía también Félix de Azúa en su Diccionario de las Artes, algo así como: no te apures y disfruta, si hay talento la obra sale, casi por sí sola, y si no hay talento por mucho que te esfuerces y sufras, no saldrá jamás.

Tengo por costumbre trabajar sólo en aquello en lo que disfruto y en lo que me proporciona emociones al margen de hacia dónde se encamine ese trabajo, sin pensar mucho en posibles futuros que condicionan la trayectoria de lo que estoy haciendo. Creo es de esa "emoción sin dirección" de donde salen de repente las cosas que al final hacen que una obra valga la pena. Por eso ayer fue un domingo chulo, casi feliz, trabajaba en mis cosas y espontáneamente me guiaba por un instinto similar al de esas personas a las que admiro. Evidentemente, no es que me compare con ellos, es sólo una forma de abordar y entender el propio acto creativo, ya sea escribir un libro o inventarse una nueva manera de atarse los zapatos. Y en estos trabajos de WeAreQQ, así como en los de Macías, percibo eso también. A lo mejor me confundo, no estoy dentro de sus cabezas para saber qué piensan, pero a mí me comunican eso, y es lo que me importa.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Sara y Roberto 7. Contracción

La tarde que Sara se puso de parto, Roberto estaba en Londres. Llevaba todo el día con pequeñas contracciones, pero no le había dado importancia. En cambio, aquel dolor que sintió en el salón, mientras estaba sentada viendo la televisión tranquilamente, debía significar algo. A su lado, su madre dormitaba con las manos puesta en sus piernas, que antes la acariciaban. A esa hora, las seis de la tarde, su padre estaba en el quiosco. Y Roberto en Londres, pensó.

Mientras sentía el dolor de aquella primera gran contracción, la que seguro indicaba que Susana ya quería salir, miró a su alrededor y todo lo que vio le pareció ajeno. Había vivido en esa casa, en casa de sus padres, durante toda su vida, pero en aquel momento en el que ser madre empezaba a ser algo tangible, más cercano, sintió que nada de lo que allí había le pertenecía, como si ella misma estuviera puesta allí como un elemento más de la decoración, ese souvenir de un viaje que llega a la casa y no pega nada con el resto, pero aún así lo sitúan en el centro del salón, donde mejor se ve. También su madre y ese irremediable dormitar característico que tenía cuando se sentaba en el sofá después de hacer todas las tareas, suspirando en cada respiración y ladeando la cabeza levemente hacia la izquierda, ese dormitar que tantas veces le había hecho sonreír, le parecía un personaje extraño, ajeno. Quería llorar. Necesitaba llorar. Y no era tanto por el dolor que sentía; era porque se sentía sola.

Cuando iban en el coche, camino del hospital, su padre le preguntó si quería que llamaran a algún amigo... o alguien. Ella le contestó que no, que ya había puesto Susana is coming en el Facebook y que así se enteraría todo el mundo. Después su padre y su madre se quedaron mirando al infinito, callados, compartiendo la soledad de Sara; o quizá sintiendo su propia soledad. Sara era su única hija y ahora, con sólo veintitrés años y una ilusionante carrera por delante, iba a ser madre. Eso pasaba antes porque las mujeres no tenían posibilidad de tener una carrera, pero no ahora. Y aunque Sara les había asegurado que seguiría con su carrera, ellos intuían que ésta se había acabado. Sentían como suya la soledad de toda una vida, la de su hija. Durante todo el embarazo, también sintieron, en simbiosis con ella, la misma tristeza que sentía Sara cuando recibía la llamada de una amiga para contarle lo bien que lo habían pasado la noche anterior, o lo de ese chico que solía ir por el Fotomatón, ¿te acuerdas de él?, Sara. Y ese ¿te acuerdas de él? actuaba como un mecanismo que le hacía bajar, un poco más, los ojos y la boca. Y su madre lo notaba, notaba que cuando todas sus amigas reían, ella sólo sonreía. Y sonreía de forma amarga, mientras veía que su tripa crecía sin remedio y que la hija que iba a tener, esa hija que venía a destiempo y con un padre no deseado, en algún momento nacería. También había pasado buenos momentos, claro. Se había emocionado en todas las ecografías, o mirándose al espejo notando cómo la barriga crecía, hablando con Susana por las noches, bajito, contándole cosas que habían pasado y cosas que estaban por pasar. Y había pasado buenos momento con Roberto, claro... con Roberto.

De quién era el padre del bebé nada sabían los padres de Sara; un compañero de la facultad, o del hospital, suponían. Nada les había comentado Sara, aquel sábado, en la comida, mientras los tres sorbían la sopa y les contó que estaba embarazada. La madre le dijo que algo sospechaba, que esas cosas una madre las nota, la caída de los ojos, el silencio de los últimos días, y no sé cuántas cosas más. El padre, después de salir del estado de estupor en el que quedó, fue quien hizo la pregunta.

- ¿Y de quién es?
- De nadie- dijo Sara mirando a la mesa, intentando olvidar esa parte de su vida.
- Y entonces, ¿qué vas a hacer?- volvió a preguntar.
- Tenerlo- y miró otra vez hacía abajo, esta vez a la sopa, como esperando algún apoyo entre las cientos de estrellas que allí nadaban.
- ¿Estás segura?- dijo la madre de seguido, tocando su mano.
- Sí, mama, estoy segura- y los miró a los dos, esta vez de forma decidida, aunque cariñosa, acariciando también ella la mano de su madre.

Cuando acabó la comida, el padre de Sara, poniéndose el abrigo para ir a echar la partida, ese día un poco antes de la hora en la que solía ser habitual, con aspecto triste, le dio un beso, y ya desde el quicio de la puerta le dijo que la apoyarían en cualquier cosa, que si había decidido tenerlo estarían con ella en todo momento... que la querían, por encima de todo. Y se fue, como si aquellas palabras que había pronunciado no fueran con él, como si esa fuera la etapa reina de su vida, aquélla en la que debía mostrar, exteriorizar algo que habitaba dentro de él, y no estuviera preparado para ello. Entonces Sara pensó que en esa media hora que había pasado lo había visto envejecer, que minuto a minuto había visto como por su rostro, por su cuerpo, habían pasado los años tan rápido como pasa el ave por los pequeños apeaderos; pensó en lo amarga que sería aquella partida, en lo difícil que debía ser para un padre ver arruinar la carrera de su única hija por un tonto descuido y empezó a dudar de todo... Se fue, corriendo, a su habitación a llorar y su madre la acompañó. Ella no lloraba, tampoco decía nada, sólo la acariciaba y esas caricias se convirtieron en el alimento que Sara necesitaba para reponerse. ¿Me pasas el móvil?- le dijo a su madre mientras seguía tumbada, secándose las lágrimas- voy a quedar con Roberto para contárselo.

Durante todo el tiempo que había pasado, Sara no había dejado pensar en Roberto, no quería escuchar ese nombre; quería, en ese momento, que Roberto fuera algo que únicamente habitara en ella, aunque deseara profundamente que fuera él, físicamente, quien le sujetara la mano, quien le ayudara a respirar, quien primero viera a Susana, quien le diera un beso en la frente diciéndole que ya había pasado todo, cuando todo hubiera pasado... como tantas veces habían pensado que sería, mientras él la acompañaba, en los primeros meses, a dar paseos o a la piscina del barrio. Como tantas noches en las que en vez de salir con sus amigos, Roberto se había quedado en casa de Sara viendo una película con un gigante bol de palomitas, o estudiando mientras ella leía algún libro sobre el cuidado de niños o el embarazo, seguramente regalado por él, y ella le leía párrafos y él le daba su opinión, con los ojos brillantes, deseando entrar en su vida.

Fueron pareja y después Roberto se convirtió en su amigo, en su mejor amigo. En su apoyo. Podían haber vuelto a ser pareja, pero poco antes de ese día, del día de la contracción, todo eso se acabó. Con uno sólo que se joda la vida es suficiente, pensó Sara, antes de tirarlo todo por la borda.

Fue su padre, llegando al hospital, quien pronunció el nombre. ¿No quieres que llamemos a Roberto?- preguntó. No- respondió Sara gritando, y esta vez el dolor era tan grande que convertía a cualquier otro sentimiento en algo pueril. E intentó irse a un lugar agradable, como le había recomendado la matrona -La Ozores, como la llamaba Roberto, pues se parecía a Adriana Ozores- en las clases de preparación al parto, y Sara pensó en la playa de Viñó, aquel verano en el que, casi sin quererlo, apareció en la estación de tren de Vigo. En los tres días que pasaron en la playa, acampados con apenas dos sacos, algo de comer y el Ipod de Roberto con la lista de reproducción “para que no me olvides” que le había enviado unos días antes, como acabaron la batería escuchando, con las olas del mar de fondo y las estrellas como única luz, Far from an Answer o You and I; recordaba los baños de Roberto a primera hora, todavía amaneciendo, con el agua fría, haciéndose el valiente; las canciones en gallego que le cantaba; como se imaginaban las vidas de los que iban a la playa y se ponían cerca de ellos, sus compañeros de toalla en aquella esquina que durante tres días hicieron suya. Y, por supuesto, recordó el sexo, como hacían el amor en esas silenciosas noches, el sudor dentro del saco, el olor que se mezclaba con el de los eucaliptos, el sabor del mar en cada beso, en cada parte del cuerpo de él por el que Sara pasaba la lengua, en cada arremetida de Roberto... y pensó, triste, que si estaba destinada a quedarse embarazada a destiempo, sin quererlo, hubiera deseado que fuera cualquiera de aquellas dos maravillosas noches que pasaron en la playa de Viñó la noche de la concepción.

Allí estaba cuando, ya en el hospital, le vino la siguiente contracción. En ese momento cogió fuerte a su madre del brazo, llorando, y cuando entre gritos le iba a decir algo, sonó el teléfono de Sara. Es Roberto- dijo la madre- ¿lo cojo?



Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.
Sara y Roberto 5. Boda.
Sara y Roberto 6

jueves, 27 de agosto de 2009

Sara y Roberto 6.

La habitación de Roberto tenía el tamaño justo para albergar una cama, una mesa donde se asentaba un ordenador portátil casi siempre encendido y un estantería repleta de libros de economía y empresa, y algunas, pocas, novelas. Éstas prefería cogerlas en la biblioteca y gastarse el dinero en libros técnicos. Sólo cuando una novela que leía le gustaba mucho, la compraba y pasaba a formar parte de su particular colección Entre éstas, algunas de Bokowsky, la generación Beat, Auster, novela negra americana y la trilogía Nocilla de Fernández Mallo. Los cedés y vinilos los tenía en el salón, en parte por falta de espacio en la habitación, y también porque a su padre le gustaba tenerlos junto a los vinilos que conservaba de su época y los cedés que ahora compraba. Sentía que con esto compartía algo con su hijo pequeño y a él no le importaba, pues casi toda la música la escuchaba desde el Ipod. Una bufanda del Celta en la que se podía leer Celtarras era la única decoración de las paredes, pintadas todas de blanco menos una, la que cobijaba la ventana, que estaba pintada de un rojo intenso. Hasta hace unos meses tenía toda la habitación decorada con pósters de grupos y festivales; apenas podía verse un centímetro cuadrado de pared, pero tras una orden tajante de su madre “porque aquí ya no hay quien entre”, recogió la habitación por completo y eliminó todo menos la bufanda. Por la ventana, tras algunos árboles y la piscina del edificio donde vivía, se distinguía la avenida por la cual en aquella calurosa madrugada de verano apenas pasaban coches.

Los padres de Roberto estaban de vacaciones en Galicia, en la ría de Vigo, donde tenían una casa que pertenecía a la familia de él y donde todos los años iban durante el verano y puentes largos. Antes de comenzar la carrera, Roberto solía ir todo el mes de agosto. Allí tenía un grupo de amigos a los que, sin compartir ahora gustos y aficiones, pues la vida en Madrid y la distancia los había hecho distintos, todavía algún lazo invisible comunicaba y unía. Este año, Roberto sólo iría un par de semanas, quizá menos, ya que intentaría volver antes del tiempo acordado con sus padres. Es lo que tiene ser un fricky de la economía, si hubiera cateado más, estaría más tiempo en Madrid- le comentó una vez a Sara.

Sara y Roberto estaban en la cama, desnudos. Cada uno decía cosas que no le gustaban: a Roberto los cachitas con gafas o la gente que dice “es como todo”, a Sara los calvos tipo Anasagasti o la gente andando vestida de ciclista. De verdad, en una bici el mallot y el cullot y eso vale, pero de pie es los más hortera que hay, ¡sólo tienes que ver a Perico en el anuncio! Más que los cachitas con gafas no creo- le dijo Roberto. Más aún, te lo juro. Llevaban más de 24 horas encerrados en esa habitación, haciendo el amor y jugando a juegos absurdos; también habían puesto música y habían bailado y también soñado. Roberto le contó una historia que se había inventado, para un corto o algo así, decía, de dos personas que se cruzan todos los días camino del metro, él saliendo y ella entrando. Al principio se ignoran, luego se miran, más tarde se saludan con la mirada, después se dan dos besos y charlan, con el tiempo se enrollan y finalmente acaban follando en un coche aparcado en el lugar del encuentro. Todo a la misma hora. Después de un tiempo haciendo el amor, se enrollan, se dan dos besos, se saludaban, se miran y, por último, se ignoran. Tío, está genial,- le había dicho Sara-, y seguido se inventaron entre los dos una historia con un personaje, Joaquín Flores, que tenía un don: cuando montaba en el metro sabía quién de los que estaba sentado se iba a levantar antes... Y así pasaron las horas.

No sabían cuánto habían dormido ni a qué horas cuando sonó la alarma del móvil de Roberto. La noche había dejado paso al día y éste, caluroso y asfixiante, se colaba por la ventana de la habitación. También por ésta, todavía abierta, entraban los ruidos de los coches que ahora sí pasaban por la avenida, unidos con lo gritos de algunos niños que jugaban en la piscina del edificio. Roberto se levantó y notó que estaba sudando. Eran las doce del mediodía. A las dos y viente tenía que coger el tren que, despacio, como paseando durante más de ocho horas, le llevaría a Vigo. Se acercó y bajó la persiana para que el sol no entrara de una forma tan brusca. Miró a Sara que estaba dormida, desnuda en la cama, y pensó que no quería irse. O mejor, quería que ella lo acompañara. El año pasado ya se lo había pedido pero ella no quiso porque no se veía una semana en una casa con su familia. Vente tú a la playa con mis padres- le había contestado. Y aunque él la había intentado convencer con que harían excursiones a unas playas vírgenes maravillosas y podrían dormir de forma salvaje en alguna de ellas, la respuesta de Sara siempre fue la misma. Este año ya conocía a sus padres, pues había estado en su casa el día de su cumpleaños y le habían parecido dos personas agradables aunque quizá un tanto excéntricas, pero aún así Sara tampoco aceptó la invitación.

La despertó, despacio, dándole besos por todo el cuerpo.

- Venga, anda, vente conmigo...- le susurró.

Después de desperezarse y besar a Roberto, Sara le dijo que no podía, que tenía que estudiar.

- Mejor que allí no vas a estudiar en ningún sitio.
- Jo, tío, no insistas, por favor...

En metro fueron callados. El cansancio del tiempos sin apenas dormir y el calor hacían mella en los dos, que, de cuando en cuando bostezaban como único signo de que estaban despiertos, de que estaban vivos. También influía la perspectiva de estar dos semana sin verse, como si el no hablarse anulara el rato pasado, el dolor de la despedida. Sara iba pensando en que lo bueno del verano se había acabado, que después de dejar a Roberto en el tren, tendría que ir a su casa, volver con sus padres, que este año, por la crisis, habían decidido no ir a Cullera como todos los años, y empezar la monotonía de las largas jornadas en la biblioteca. Aunque agradecía la soledad de la ciudad en el mes de agosto y soportaba bien el calor atenazante de Madrid, tenía una sensación ambivalente, pues también le entristecía el hecho de ser casi la única que se quedaba allí esa semana, la temible semana del 15 de agosto. Le quedaba el recuerdo de esas maravillosas no sé cuántas, pues había perdido la cuenta, horas en casa de Roberto; el sueño vivido que intentaría retener para que no se le escapara como arena entre los dedos. Cerró los ojos y apoyo la cabeza en el hombro de Roberto. Sólo son dos semanas, me vendrán bien para descansar- se dijo. Al cabo, llegaron a Chamartín.

La despedida fue corta. Mientras se abrazaban a pie de andén, Roberto pensó que le gustaría salir volando en la misma posición en la que estaban, abrazados, acariciándose la espalda, y recordó el día de la cafetería, hace algo más de un año, cuando le dijo que el día del concierto de Aviación Española la podría haber llevado volando como si fueran Superman y Lois Lane si ella se lo hubiera pedido. Se acordó de Facto de la Fe y decidió que sería lo primero que escucharía en el tren. Después se separó de ella.

- Te he enviado por mail un sesión en Spotify, Lois. Se llama “Para que no me olvides”. También he puesto alguna canción refrescante... para que no te asfixies.

Sara le dio un beso.

- Jo, pues yo no tengo nada para que no me olvides.
- Mejor, así puedo liarme con la rubiaca del pueblo- dijo él sonriendo.
- ¡Gilipollas!

Y volvió a besarle.

Al segundo día de su estancia en San Adrián de Cobres, mientras cenaba con sus padres y su hermano en la vieja casa con vistas a la ría, Roberto recibió un mensaje. Estoy en la estación de tren de Vigo. Qué hago??


Anteriormente:

Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.
Sara y Roberto 5. Boda.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Costando

Esta semana me está costando actualizar. Así que nada, ahí dejo una de las mejores canciones del mundo. Disfrutenla:

martes, 18 de agosto de 2009

La sonrisa de Marta




Hasta cuando sufre acelerando el ritmo en los últimos metros después de saltar vallas más de dos kilómetros y medio, parece que sonríe Marta. Cuando todos lloramos porque Marta se ha caído en la última valla teniendo posibilidades de medalla en unos Juegos Olímpicos, Marta, frente al entrevistador y miles de aficionados, después de reponerse del mareo y la caída, sonríe y su sonrisa nos consuela, como el amigo emfermo al que vas a visitar para animarle y eres tú el que sales exultante de la visita. Mientras suena el himno en su honor en lo más alto del podio en un campeonato del mundo, después de una carrera memorable, Marta se intenta poner seria, protocolaria; pero no puede, y al rato, emocionada, poco a poco, como no queriendo, sus labios se echan hacia atrás, su boca se abre y Marta nos muestra su sonrisa. Una sonrisa en la que todos cabemos, que contagia y emociona.

Por eso ayer sonreí cuando mi hermano me dijo que Marta había ganado, por eso hoy sonrío cuando veo la carrera y la entrega de medallas en el podio. Por ti, Marta, creo que hoy sonreiré todo el día.

jueves, 13 de agosto de 2009

Sara y Roberto 5. Boda.

Cuando el coche de atrás se acercó peligrosamente al suyo y le dio las largas repetidamente, Roberto pensó, como siempre, que le gustaría ser policía, parar a ese coche y sacarle la placa, aunque sólo fuera para ver como cambiaba la cara del conductor. A veces también pensaba que era un malote que tenía una pistola en la guantera y que se enfrentaba a él y le asustaba con su pistola, o que sabía artes marciales y le dejaba k.o. en dos movimientos rápidos de piernas. Después de poner el intermitente e incorporarse al carril de la derecha se lo contó a Sara.

- !Bah! Lo mejor es dejarlos, no merece la pena -dijo ella-.
- Ya, es lo que hago... aunque a lo mejor me hago policía.

Ella sonrió y en ese momento cotidiano en el que Roberto le contaba algo sin importancia, pero que de algún modo formaba parte de él, sintió que necesitaba decirle que lo quería. Habían pasado cuatro meses desde aquel día en la cafetería que fue el pistoletazo de salida para la relación y, aunque no se habían visto mucho fuera de la biblioteca, ésta se había consolidado y cada día que pasaba Sara se sentía más cerca de él. Muchas veces había intentado, en su Moleskine, describir lo que sentía, ponerle palabras a eso que cada vez que lo veía pasaba en su cuerpo. Somos química, se decía, debe ser un proceso químico, e intentaba estudiar algo sobre esto para poder comprenderlo racionalmente. Pensaba que era su deber como buen médico que quería ser. Pero poco a poco fue dejando de intentar racionalizarlo y se dejó llevar por eso que la hacía flotar cada tarde que él, apresurado y siempre con los cascos puestos, entraba en la biblioteca. Qué estás escuchando, le decía siempre casi a modo de saludo. Roberto primero le daba un beso, después le decía el grupo. Aunque casi nunca lo conocía, ella sonreía.

Aún así, siempre había pensado que era pronto para decirle te quiero, como si algo la atenazará cada vez que intentaba verbalizarlo, como si decirlo significara el comienzo de una nueva fase a la que Sara temía.

Alargó el brazo para acariciarle la nuca y cuando la sintió, Roberto estuvo a punto de decirle que la quería. En vez de esto carraspeo y, como siempre, por miedo a no sabía qué, dejó de decirlo. Tenía claro que el deseo de decírselo era cada vez mayor. Pensó entonces en el día que hicieron el amor por primera vez. Cómo se mostraron torpes en el coche que su hermano de vez en cuando le dejaba, ese mismo coche que en estos momentos les llevaba a casa, en una estrellada noche de domingo por los lúgubres túneles de la Calle 30. Cómo se rieron después del polvocutredecincominutos, como le llamaban cada vez que se acordaban. Al fin de semana siguiente, Roberto, con los ahorros que había cosechado para ir al Primavera Sound, le sorprendió con una habitación en un hotel del centro, en pleno Malasaña. Aunque era de 3 estrellas, a ellos les pareció el paraíso y en paraíso lo convirtieron. Era distinto, fue distinto, pensó Roberto al día siguiente, no fue como las otras veces, con las otras chicas. Y ésa fue la primera vez que pensó en llamarla para decirle que la quería.

Entrando por Isla de Oza, con la mano aún acariciándole su nuca, ella se lo dijo.

- Roberto... creo que te quiero
- Yo estoy seguro -contestó apresuradamente, sin pensar las palabras-. Pero, tía, no es el momento, ¿no? -y volvió a poner la mirada en la calle-.
- Sí... no sé, cualquier momento en bueno, ¿no? Dicen...- se mostró nerviosa.
- Vale -y mirándola mientras enfilaba la avenida de Juan Andrés-. Pues eso, yo estoy seguro. Y llevaba tiempo queriendo decírtelo...

Se quedaron callados largo rato, mirando hacia delante absortos como se mira el mar cuando se ve por primera vez. Encontró un sitio y aparcó.

- ¿Damos un paseo? -preguntó Roberto-.
- Vale.

Pasearon unos segundos en silencio, separados, mascullando cada uno para sí mismos qué decir, cómo seguir. ¿Qué pasa después de decir te quiero?, parece que se preguntaban.

- Sara ¿Te quieres casar conmigo?
- Gilipollas...

Y le abrazó y le beso. Se subió a él a horcajadas y le pinzó con las piernas como queriendo retenerle, temiendo que se escapara, como deseando tenerlo para siempre. Dieron vueltas sobre sí mismos hasta marearse.

- Te imaginas que nos casamos -dijo ella un rato después, mientras continuaban caminando-.
- ¿Y tenemos hijos?
- No, tonto, sólo casarnos. Venga, vamos a imaginarlo, vamos a jugar...
- Pero así en plan Las Vegas, vestidos de Elvis y Marilyn o en plan formal.
- En plan formal, mejor. Lo de las Vegas es una horterada...
- Qué pena. Me gustaba casarme como Elvis...
- Ya... seguro que te casarías de vestido de Jeff Tweedy.
- Pues no te diría... ¿Cómo irías vestida tú?
- No sé...
- Seguro que lo tienes pensado desde los cinco años.
- Sencilla -dijo ella, dejando de lado la provocación de Roberto-, pero elegante. De blanco y liso. Rollo Audrey pero de blanco...
- Ya puestos yo iría de frac... o esmoquin... de pingüino, vamos, con una pajarita azul y camisa de chorreras...

Y ya sentados en un banco del parque siguieron soñando con su boda. Así pasaron un tiempo. Se levantaban del banco para emular la entrada en el pazo, pues habían decidido casarse en Galicia, por la Ría de Vigo, de donde eran los padres de Roberto; bailando el vals que en su imaginación sí sonaba; tirando el ramo; incluso cortaron, espada imaginaria en mano, una tarta también imaginaria. Y vieron a todos los amigos de traje. Los de Roberto aburridos señores prematuros hablando de lo mal que va el mundo y de como el yen está por encima ya del dólar y lo, por lo que sea, malo que es eso; o gafapasta abominando de la música que allí se ponía, decía ella. Los de Sara jóvenes con coleta preocupadas por el grado etílico de la gente y contando las calorías y el colesterol de cada plato, decía Roberto. Pensaron en la música que pondrían. Sara tenía claro que el vals sería el Take this Vals de Leonard Cohen y que después sonaría Suzane, que era su canción preferida. Roberto quería entrar en la ceremonia con Spiders de Wilco o algo parecido, algo cañero, pero Sara se lo echo atrás. Al final decidieron que sería con You are my Face, del mismo grupo; y que en el momento álgido de la noche sonaría esa canción del grupo americano de principio de los 90 que escucharon en el Ipod de Roberto el primer día que hablaron.

Durante un rato se quedaron callados, cada uno pensando por su lado cómo sería ese día, ilusionados como niños la noche antes de reyes.

- Sara, sólo tenemos 20 años. Diez o doce años son mucho para...
- Ya lo sé- dijo con voz triste y casi apagada-. Sé que sólo tenemos 20 años. Y que yo puede que me case, que ni lo sé ni quiero ahora mismo, pero no es seguro que tú estés en mi boda, porque hasta ese momento puede pasar de todo; tenemos que seguir nuestras carreras y yo quiero ser neurocirujana y tú el nuevo Krugman ése y eso va a hacer difícil que podamos seguir juntos. Pero qué quieres, es la primera vez que te he dicho que te quería y tú a mí y hemos estado soñando, nos hemos contado un cuento y hora vienes tú y...
- Sólo quería decir que diez o doce años son muchos y que seguro saldrán canciones nuevas que queramos poner en la boda...

Sara se quedó callada. No sabía si disculparse por lo que había dicho o no. Ni siquiera sabía por qué lo había dicho. Se sentía una imbécil. Al final fue él quien rompió el hielo.

- Anda, vámonos. Te acompaño a casa. No estamos acostumbrados a los te quiero... -le dijo cariñosamente, mientras le daba la mano ayudándola a levantarse del banco-. ¿Lo habías dicho antes? -preguntó.
- No. ¿Y tú?
- Tampoco.

Y al rato pensó que lo que necesitaban era decirlo otra vez. Volver a verbalizarlo y perder el miedo a esas dos palabras.

- ¿Hacemos una cosa? -le dijo-. Lo volvemos a decir. Primero uno y luego otro y así mañana no nos ponemos rojos en la biblioteca cuando nos veamos... y además dormiremos mejor...
- Vale, empieza tú.
- ¿Qué morro? Empezaste tú...
- Está bien -tomo saliva y movió el cuello como un boxeador que sube al ring, mientras daba saltitos y simulaba escupir en el suelo-. Uff... Te quiero Roberto -luego se quedó quieta, mirándolo fijamente-. Sí, te quiero... -y sus ojos se iluminaron-.
- Yo también Sara. Te quiero mucho.

Y volvieron a abrazarse y besarse. Esta vez más pausado, mirándose a la cara de cuando en cuando, juntando éstas y cerrando los ojos, obedeciendo a un instinto, como la madre primeriza que coge a su bebé. Al rato de separarse siguieron paseando, abrazados.

- ¿Me llevas a caballito? -dijo-.
- Sube...
- ¿Vamos este año Benicassim? -preguntó ella-.
- Jodé, molaría. Pero es que es una pasta...
- Bueno, el economista eres tú...
- Vale, mañana redactaré el Plan 2000B para el incentivo de que Sara y Roberto vayan a Benicassim- Sara sonrió y le dio un beso en la coronilla-.
- Eso sí, el Primavera no me lo pierdo... que he vuelto a recuperar lo del hotel... -apostilló él-.
- ¿Te gustan los grupos que van?
- ¿A Benicassim?, la verdad es que no mucho... pero bueno, si vas tú, cualquier cosa sonará como música celestial.
- ¿Sabes? No te quedan bien ese tipo de frases. No se te dan bien.
- Ya, no es lo mío. Pero pienso practicar...
- Oye, ¿por qué no hemos acabado esta noche haciendo sexo salvaje? -preguntó Roberto.
- No sé. ¿Por que no teníamos dónde?
- Estaba el coche de mi hermano...
- Ya, eso sí...
- O sea, que la primera vez que me dices que me quieres en vez de hacer el amor compulsivamente nos inventamos una boda y nos preguntamos qué será de nosotros dentro de diez años...
- Más o menos.
- Mañana qué, ¿quedamos para ver Amor en Tiempos Revueltos?

Sara sonrió y le dio un beso en la cabeza.

- Qué tonto eres -exclamó-.
- ¿Peso? -preguntó después de un rato en silencio-.
- No. Eres liviana como pluma mecida por la brisa de la mañana.
- Mejor, pero sigue habiendo algo que me chirría...

Al dejarla en su casa Roberto sacó su Ipod y empezó a escuchar música camino de la suya. Mientras sonaba le llegó un mensaje. Qué estás escuchando. You are my Face, contestó.

Anteriormente:

Sara y Roberto 1. Biblioteca.
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3. Concierto.
Sara y Roberto 4.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Lecturas





En la mesilla de noche tengo La soledad de los números primos, que está vendiendo un porrón de libros y por lo que por ahora he leído, merecidos; y Piensa, es gratis, de Joaquín Lorente, en el que el autor da 84 ideas prácitcas para potenciar el talento, tanto en la vida profesional como personal. Éste apenas lo he empezado y tardaré en hacerlo, ya que la medicación hace que me cueste concentrarme (es uno de los efectos secundarios), y la no ficción se me hace difícil, así que por un tiempo me dedicaré a las novelas. Además, ¡estamos en verano! La próxima, cuando acabe La soledad... será La playa de los ahogados, tengo curiosidad por la novela negra Gallega.

Como todas estas lecturas son un tanto... convencionales, le daré el toque "indie" con Click, de Javier Moreno. Está editado por Candaya, la editoral que sacó a Fernández Mallo, y aunque es raruno raruno, me gustó bastante. Así que lo recomiendo.

Y volviendo a los libros... "convecionales", en Viena disfruté como un enano, porque no se puede hacer otra cosa, leyendo el tercer Millennium. Sobre todo cuando leía en los bancos amarillos del Quartier Musseum, (en la foto, ahora lo bancos son amarillos). Uno de los sitios más recomendables para tumbarse a leer, tomar una cerveza en la terraza, o simplemente estar y observar, de lo poco que conozco de la vieja Europa.

martes, 4 de agosto de 2009

Presuponer

El otro día discutía con mi amigo Vicente sobre las "gracias", los "lo siento", los "te quiero", los "por favor", etc. que no decimos, que de algún modo nos guardamos.

Resulta que un amigo te hace una favor y no se lo agradeces, en cambio, preguntas a un parroquiano dónde está no sé qué calle y no sólo se lo agradeces sino que le haces reverencias. ¿Por qué esta diferencia? Mo teoría es que al amigo, al familiar, se le presupone el agradecimiento. Si es Vicente, coño, no hace falta que le dé las gracias. Y ése es el error. Lo mismo pasa con el "te quiero" a tu pareja: cielo, para qué te voy a decir te quiero todos los días, si ya sabes que te quiero; con tu compañero de trabajo, con el que estás todo el día mano a mano: pásame la llave del 15 y punto, qué favor ni qué leches. Con "lo siento" pasa lo mismo. Para qué le voy a decir lo siento, ¡nos tomamos una cerveza y ya está!

Todo esto creo que viene de la dificultad de la generación de los 50 (nuestro padres) para expresar sus sentimientos y de la educación en el colegio, teniendo en cuenta que los profesores también eran de esa generación. Haciendo memoria, no recuerdo que los profesores del cole me pidieran por favor salir a la pizarra o las gracias cuando volvía a mi sitio (a algunos de mis amigos, incluso les zurraban en clase) y en mi casa el te quiero, el lo siento, etc. no es que sean las palabras más utilizadas. Entonces, qué se espera de nosotros si en casa se presupone que nos queremos y que sentimos eso que te hice el otro día, y en el cole el gracias y el por favor al salir a la pizarra, o el enhorabuena al sacar buena nota. No hace falta decir nada. Todo se presupone. ¡Qué grave error!

El domingo fuimos a la playa a comer con unos amigos y había casi más niños que "adultos". Xavier está a dos meses y medio de nacer. En nuestras manos está que ellos no presupongan y agradezcan al amigo, aunque sea el mejor amigo, el íntimo, esa idea genial que les dio; pidan y ofrezcan ayuda al compañero de trabajo o de clase; pidan pedón si sienten que algo no han hecho bien,; por favor que les atiendan o les sirvan o les trigan un vaso de agua cuando están enfermos, y sobre todo, digan TE QUIERO: al amigo, a la pareja, al padre, a la madre, al hermano...

PD. Escrito bajo los efectos del Lyrica.

viernes, 31 de julio de 2009

Sara y Roberto. Recapitulación.

Mi amigo Alfonso me ha pedido que recapitule todo lo que hasta ahora he escrito de Sara y Roberto, pues se lo ha enviado a algunos amigos (Alfonso es así) y parece que a algunos (por lo que sea) les ha gustado pero están un poco liados porque no saben dónde empieza, y cómo continúa. Así, para quien quiera empezar con Sara y Roberto, ahí van los cuatro post que hasta ahora hay:

Sara y Roberto 1
Sara y Roberto 2
Sara y Roberto 3
Sara y Roberto 4

Todo esto empezó porque un día se me ocurrió un pequeño texto en el que un chico y una chica se conocían en una biblioteca. Me gustaba ese concepto. Luego dos o tres amigos me animaron a seguir con la historia, querían saber cómo seguía. Como tengo tendencia a pensar cosas que luego no realizo, cosas que se van por el desagüe de la ducha u otros desagües menos poéticos, ese impulso para continuar con la historia de Sara y Roberto me viene bien para forzarme a seguir y así poder hacer, plasmar, no sólo pensar.

Por supuesto es sólo un juego sin ninguna pretensión. Ni artística, ni literaria, ni nada por el estilo. No busquen tres pies al gato. Tan sólo una persona (yo) con algo de tiempo escribiendo una historia de amor como bien puede. Ya está. A quien se pase por aquí y no le guste, perfecto, ¡hay tantas cosas maravillosas por leer! A quien se pasé por aquí y le guste, ¡bienvenido!

Por todo esto y porque he cogido cariño a esas dos personas sin rostro, seguiré con la historia de Sara y Roberto. Intentaré un post semanal y en cada nuevo post de la historia, antes de empezar, pondré un "Previously at Sara y Roberto" que linkará con el capítulo anterior; y al final del texto, linkaré todo los post referentes a la historia, por si alguien se une tarde. Se agradecerán comentarios.

Long life for Sara & Roberto... I hope!

jueves, 30 de julio de 2009

Obsoleto

Citemos algunas cosas obsoletas en España:

Robar cassetes de coche, decir digamelón al coger el teléfono, un carrete de fotos, los bañadores fardapitos, ir vestido como Curro Jiménez (patillas incluidas), los cassetes doble pletina, vaqueros ajustados a la piedra, el UHF, los coches cuadrados, el humor de Fernando Esteso y Arévalo, ver a la suegra como un ser malvado, incluso decir suegra, los enanos que hacen gracia, Paco Porras, Ángel Cristo, los chistes de maricas con maracas, dar puros a los compañeros de trabajo cuando nace tu hijo, los crucifijos de oro en camisa abierta, llamar a Móstoles el más allá o Brónxtoles, bajarse al moro, fumar en la oficina, la Furia española, beber litros de cerveza en la calle, los parches de grupos heavys en la chupa vaquera, hablar como el Pirri, llamar jefe al camarero silbando hacía dentro, hacerse un tatuaje de un ancla o un Amor de Madre, un palillo en la boca, los peinados al estilo Mecano, Los Pecos y... ETA.

Algunas de estas cosas todavía las ves y tienen gracia, otra, sigue entre nosotos y no tiene ni puta gracia.


Con la colaboración de Alfonso.

martes, 28 de julio de 2009

Ingenioso

Durante un tiempo, debido a mi ya casi amigo Zoster, no podré beber. La medicación que estoy tomando y que tomaré creo que por largo tiempo me lo impide. Evidentemente no necesito beber para seguir con mi vida... ¿o sí con la social?

Por poner un ejemplo. Nunca he dado un beso a una chica por primera vez sin estar borracho. Las pocas o muchas veces que haya pasado esto, ha sido con unas copas de más y en garitos. Nunca ha habido un nos presentan, vamos al cine, después a cenar a un chino y por último nos besamos. No, te conozco en un bar habiendo bebido "algo", hablamos... y nos besamos. Si no, nada. Ni cine, ni nada. Así ha sido. Para mal o para bien. Qué quiere decir esto. Dejando claro que no tengo un físico para que una chica se tire a mis brazos nada más verme (¡flipa, una vez me pasó!), en una sección corta de tiempo, digamos una hora desde que he empezado a hablar con ella, he tenido que ser lo suficientemente ingenioso para que al final esa chica quisiera enrollarse conmigo. Porque, no nos engañemos, si eres ingenioso y divertido, a no ser que seas Shreck o el Ángel Cristo de ahora es muy posible que esa chica caíga en tus brazos (si estos son como los de Nadal, más fácil será). Y de verdad que en casi todas las ocasiones lo he sido, incluso cuando después me he ido solo a casa. Muy ingenioso. No me tiro el pisto. Alguna vez demasiado ingenioso: una vez simulé que le robaba el bolso a una chica y salía corriendo con él. Evidentemente la broma no gustó y se fueron, además con un enfado considerable, cosa que yo no entendí en el momento ya que me parecía la mejor broma del mundo. Pero ¿En estas situaciones, sin haber bebido, hubiera sido igual de ingenioso? No lo creo. Mejor, ni de coña.

Por supuesto ahora ni quiero ni necesito besar por primera vez a ninguna chica (ya casi se podría decir una mujer). ¡Por favor, que voy a ser padre en octubre! Pero sí, en este tiempo, voy a quedar con amigos, vamos a salir, a cenar, a tomar cañas, vamos a charlar y reírnos. Y aunque no es lo mismo estar con tus amigos que charlar con una chica que acabas de conocer siendo el fin de este contacto llevarla a la cama, temo que no sea lo mismo sin esas dos o tres cañas, o sin esas copas después, sobre todo cuando sea yo el único que no tiene esa sensación de flotar que se siente con las primeras cervezas. Que, en definitiva, no pueda participar de la misma manera. No es que no pueda estar con mis amigos sin beber, claro que puedo, o mejor, supongo que puedo, pero, a no ser que quedemos para leer Los Hermanos Kalamazov, seguro que es distinto, mi participación es distinta. Por lo mismo que con las chicas, porque la conversación fluye de otra manera y el ingenio se agudiza. No sé muy bien cómo expresarlo: ¡quizá me falte algo de ingenio!

Curioso lo de ser ingenioso (y aquí viene, creo, lo importante del post). Antes era un rasgo que te confería cierta clase entre el grupo de amigos y conocidos. Ahora, en el mundo 2.0, es un rasgo imprescindible si quieres ser alguien. Como no aproveches los 140 caracteres de tu Twitter o tu Facebook, o los infinitos de tu blog, siendo ingenioso, ocurrente, divertido... distinto, no eres nadie. Nadie te va a comentar ni se va a hacer tu ¿amigo?; al revés, te ocultarán tus comentarios y te quedarás sólo en el ciberespacio. Sobreviven los que disponen de las herramientas adecuadas, decía Darwin. Será ésta la selección natural del S.XXI.

Saludos a los ingeniosos... y a los serenos.







Pd. Este post ha intentado ser pretendidamente ingenioso.

Acutalización: quiero decir, pretenciosamente ingenioso.

lunes, 27 de julio de 2009

Madrid

Aunque sólo esté a 600 kilómetros, es verdad que echo de menos los pollos asados de Casa Mingo después de una visita de domingo resacosa a los Chofas; y los paseos y las cañas por la Cava Baja; y los calamares, pero no los de Atocha, sino los de La Ideal en la Plaza Mayor; y, claro, abrir el grifo y beber el deliciosa agua de Madrid.
Lo bueno del spot, creo, es que no se ha ido a los tópicos madrileños, a saber, Museo del Prado, Reina Sofia, Cibeles, El Rastro, etc. sino que ha sabido ver lo cotidiano de Madrid, tan cotidiano como abrir el grifo, meter la cabeza debajo y empezar a beber agua.



Actualización: si queréis ver bien el Spot, pinchar sobre él y verlo direntamente en Youtube. No sé por qué en el blog lo cortan.

viernes, 24 de julio de 2009

Sara y Roberto

Sara y Roberto. Paseo.

Se encuentran por casualidad cerca de la biblioteca donde estudian.

Sara: Hola...
Roberto: Ah, ¡hola! (quitándose los cascos)
Sara: Vaya, qué coincidencia... ¿qué tal?
Roberto: Sí... bien, aquí, dando un paseo ¿Y tú?
Sara: Bien, salgo de la biblioteca. ¿No has venido estos días, no?
Roberto: No, no...
Sara: (Como dándose cuenta) ¿Estás Paseando? ¿Con el día que hace?
Roberto: Bueno... ya sabes, uno no siempre elige los paseos, hay veces que los paseos te eligen a ti.
...
Sara: Ya... ¿Quieres que tomemos un café o algo?
Roberto: No, gracias, creo que seguiré...
Sara: Roberto, uno no siempre elige los cafés, hay veces que los cafés te eligen a ti.
Roberto: Jodé, eres rápida.
Sara: Además... creo que deberíamos hablar.
Roberto: No hay nada que hablar: salimos a un concierto, estupendo, por cierto, cenamos en un chino, lo pasamos bien. Luego llegó tu amigo con el que de vez en cuando haces pin-ball en el Fotomatón, te enrollaste con él y yo me fui para casa. Nada más.
Sara: No me enrollé con él. Ves como tenemos que hablar.
Roberto: Vale. Vamos a aquel café que está cerca de tu kiosko.

Camino del Café. Silencio al principio. Se nota cierta tensión.

Roberto: ¿Cómo va la medicina?
Sara: Bien. Poco ha cambiado desde el sábado. Empollándola.
Roberto: Estupendo.

Sara: ¿Y la economía?
Roberto: Buscando los brotes verdes.

Sara sonríe.

Sara y Roberto. Café.


Cafetería. Piden dos cafés con leche.

Sara: No me enrollé con él, Roberto. Sé que lo que hice...
Roberto: En realidad da igual, Sara. Cambia enrollar por tontear, flirtear, jugar con él y el argumento no varía. No es el acto en sí de enrollarse... es dónde quedo yo. Dónde quedé yo... ¿como el típico pringao que la entretiene hasta que llega el guaperas que se la tira?
Sara: Ya, lo siento. No debí comportarme así. Y no creas que no me fastidia.. lo estaba pasando muy bien y quería seguir contigo, pero... yo que sé... llegó y pasó... como otras veces. Y no sé cómo... De verdad, no quería... no soy así...
Roberto: Lo siento Sara, pero no voy a ser el chico con el que sales, ves conciertos, te ríes; el típico chico que si inteligente y con el que mola hablar y contarle tus cosas... pero luego vas y te tiras a otro. Aunque tengo pinta de sensiblero gafapasta o de lo que sea, no soy de esos... no quiero serlo ni voy a serlo. Para eso búscate a otro...
Sara: Eh, eh. Para, para, para. Te estás equivocando. No me conoces, no tienes ni p... puñetera idea de quién y cómo soy, así que no vengas prejuzgando...
Roberto: Ya. Esto no es lo que parece...
Sara: … pues no, no es lo que parece. Cometí un error, claro está. Entiendo tu postura y entiendo todo el rollo ese de dónde quedas... sé que eso es una... putada. Y como te he dicho estoy bastante arrepentida, te lo juro. Ahora, te he pedido disculpas. Puedes aceptarlas o no, pero no hagas un juicio de valor sobre mí. Me conoces de un rato, no tienes derecho a hacerlo.
Roberto: Creo que sí después de lo del sábado.
Sara: No fastidies, Roberto... sabes que no es así...

Se hace un silencio. No se miran. Ambos juegan, nerviosos, con el sobre vacío del azucarillo.

Sara: ¿Y por qué no has contestado a mis mensajes?
Roberto: Porque no. (Seco)
Sara: Ah. Guay.
Roberto: ¿Quieres saberlo? Porque me dolió, Sara. ¿Y sabes por qué me dolió? Porque me gustas. Me gustas mucho. Antes de que entraras aquella tarde en la biblioteca con tu amiga ya te conocía. Pasaba por el kiosko para ver si te veía. Luego empezaste a venir a la biblioteca donde yo estudiaba y noté que me empezabas a mirar y no me lo podía creer, y el otro día me preguntas que qué estoy escuchando y te acerco el casco, y en ese momento, si me lo llegas a pedir, podía haberte llevado volando a ver la ciudad como si yo fuera Superman y tú Lois Lane; y te pones el casco y charlamos y veo que además molas, que me río contigo... Por eso no te contesté a los mensajes, porque me hubiera gustado que aquella noche hubiera salido bien y salir contigo y que nos pasaran cosas maravillosas, como si fuéramos personajes de una canción de Facto de la Fe... Pero en vez de esto, empiezas a flirtear con un tío... y yo con cara de gilipollas me piro sólo a casa.

Sora: Joder... (Susurrando)
Roberto: ¿Qué?
Sara: Nada, nada...


Sara: T tú ¿Desde cuando escuchas a Facto de la Fe? Si no te gustan nada...
Roberto: No, no lo escucho... pero vamos, sé de qué va.
Sara: Ya... déjame tu Ipod.
Roberto: ¿Por qué?
Sara: Para ver las últimas canciones. ¡Dejámelo!
Roberto: Que no hombre, que no te dejo el Ipod.
...
Sara: Lo tomaré como un triunfo...


Sara: Compararme con Lios Lane... Es lo más bonito que me han dicho desde hace mucho...
Roberto: ¡Facto de la Fe, Lois Lane!... Joder ¡no soy bueno con las metáforas! Soy economista, qué quieres...


Sara: ¿No me vas a besar?
Roberto: Qué va. Paso. Hoy no te encuentro atractiva. (Sara se ríe. Pausa) ¿Nos vamos?
Sara: Sí, vamos. (Pausa) En serio, Roberto, es lo más bonito que me han dicho nunca...

Mientras recogen y pagan.

Sara: ¿Quieres que vayamos al mesón a picar algo?
Roberto: Que va, no puedo. Mis padres son muy raros para eso. Hace un par de años decidieron que no nos comunicábamos en casa y ahora todos los días tenemos que desayunar y cenar todos juntos. En la cocina. Sin tele. Sólo nos libramos cuando discuten. Si lo avisamos con la suficiente antelación y justificado también.
Sara: (Riendo) Qué fricky, ¿no? Tipo Médico de familia.
Roberto: Te lo juro. Hasta luego (al camarero). A las nueve y media en casa. Pero no solo eso, aunque entre en la facultad a las doce o vaya por la tarde, a las siete y media tengo que estar en la cocina para desayunar. Después me vuelvo a acostar. Están chalaos. (Pausa) Te van a caer bien...

Sonrisa.

Sara y Roberto. Despedida.


Roberto: Bueno, yo voy por allí.
Sara: Sí, ya... ¿Sigues sin encontrarme atractiva?
Roberto: La verdad, sí, digo... no... Vamos que ahora mismo te tiraría sobre el arbusto y te... Pero algo me dice que te dé dos besos en la mejilla y me vaya a casa... como John Travolta.
Sara: Sí... además hace frío.
Roberto: Sí, y con frío yo no rindo. Soy como un futbolista brasileño...
Sara: Como... cómo se llama éste... ¡Maziño!
Roberto: ¿Y eso?
Sara: Bueno, yo también he hecho los deberes. Como tú con Facto de la fe
Roberto: ¡Y dale! (Pausa) Ya veo, pero qué has buscado, ¿en Bing? Maziño se retiró hace uno cuantos años, por si no lo sabías.
Sara: ¿Sí? Jo... le pregunté a mi hermano. Bueno, de todas formas enhorabuena, que ganasteis tres a ceros este domingo y estáis ahí que a lo mejor subís.
Roberto: (Sonriendo) Lo tomaré como un triunfo...
...
Sara: ¿Nos veremos este fin de semana?
Roberto: ¿Y el del Pin-ball?
Sara: Le mandé a la... mierda el domingo. Del todo. (Pausa) Y ahora más convencida, si cabe...
Roberto: ¿Hablaste con él?
Sara: No, por Facebook. Siglo XXI total.
Roberto: Ya veo... ¿Salimos el viernes? Pero no al Fotomatón...
Sara: No puedo. Ya es noviembre. De aquí hasta febrero me convierto en un coñazo de persona. Cosa de la medicina, ya sabes.
Roberto: ¿Un cine el domingo?
Sara: ¡Guay!
Roberto: Bueno... pues hablamos para el domingo.

Se dan dos besos.
Se alejan.

Sara: (Ya en la distancia, levantando la voz y con el móvil en la mano) ¿Eh, Roberto?
Roberto: (se da la vuelta) ¿Sí?
Sara: Que aunque me encierre para estudiar, igual me apetece ir a un concierto de un grupo raro algún día. Aunque sólo sea al concierto.
Roberto: Guay. Hay unos cuantos. Ya te contaré.

Se va cada uno por su lado. Sara se da otra vez la vuelta.

Sara: Otra cosa. ¿Aún tienes pensado secuestrarme?
Roberto: Pues ahora no lo sé... Jodé, no se me ocurre ahora nada ingenioso. Otro día te contesto como se merece.

Se va cada uno por su lado. Sonriendo. Sus caras vuelven a estar iluminadas.

Sara escribe un mensaje en el móvil y se lo envía a Roberto:

Siento lo mismo por ti, el mismo sentimiento por ti.

Roberto, sonríe al ver el mensaje y contesta:

Esto no se para, esto no se para, esto no se para...